Cómo multiplicarme por mil
De nuevo gracias por las muestras de apoyo. Con unos 450 emails (de los 4000 recibidos) por contestar, os prometo que contestaré a todos. Voy por orden cronológico (ya he llegado a los recibidos hace 4 días), pues el mismo derecho a contestación tiene un estudiante, que un vicerrector, que un periodista, partido político, famoso, o asociación (algún día, con tiempo, haré un listado de apoyos y cobertura mediática). Son de agradecer, y compensan las puñaladas e insultos que hay que aguantar por decir lo que uno piensa (aunque sea de una forma tan razonada y documentada que pese a que haya quien discrepe, no entiendo como puede haber quien se oponga radicalmente). Pero no entraré en más polémicas ni tu-has-dicho-yo-he-dicho.
Lo que sí voy a tener que hacer es multiplicarme por mil (o más). Es muy sencillo, la naturaleza no física de las ideas lo permite. -¿O alguien cree que a quien se invita a conferencias y otros actos es a mí? Pues no, es a mis ideas. La gente que me invita no me conoce. Conoce mis ideas, mis escritos, mis posturas, pero nunca ha tomado una copa (de zumo) conmigo, ni ha jugado a baloncesto conmigo. Está claro que nadie conoce mis ideas mejor que yo, y que como intérprete de las mismas empiezo a ser aceptable (por la experiencia, ya que no tengo ningún talento particular), pero a la vez, puestas en boca de otro, vistas con otros ojos, y debatidas y pulidas seguro que mejoran mucho más que si me he de dedicar yo sólo a dicha mejora.
Esa es la esencia de este debate (más bien lucha) por la cultura y el acceso a la misma. Hemos de superar el condicionamiento histórico de obra = producto, y empezar a pensar en obra = interpretación / obra por encargo / distribución+producto con valor añadido / aplicación y modificación, etc. O sea, el que se ha de “alquilar” es el autor, o su trabajo cuando es por encargo, y no su obra, que ha de ser libre para el disfrute y enriquecimiento intelectual de todos.
Por lo tanto propongo que todo el que quiera dar difusión a mis ideas no espere a que pase por su ciudad de casualidad (por que no tienen presupuesto para sufragar mi desplazamiento) para organizar una charla en un instituto, sino que la organicen ellos mismos. Y si tienen miedo escénico que proyecten mi conferencia (siempre sin cobrar entrada, no aparezca un cobrador del diezmo de la SGAE), o que la graben en CDs de audio (con canon, hay que joderse) y los regalen y los incluyan en las bibliotecas, o que impriman (o mejor por email) los PDFs y los envíen a medios de comunicación, políticos, amigos… No dependáis de mí (ni tengo ni quiero acólitos). No dependáis de nadie. Debéis ser libres. Ser libre no es un derecho: es una obligación. Os lo debéis a vosotros mismos (y que nadie intente convenceros de lo contrario).
Recordad: no soy yo, son mis ideas. Y puede que yo no sea libre (esclavo del tiempo, del espacio, de las relaciones sociales, el trabajo, el placer, o lo que sea…) pero mis ideas sí (por ahora, así que aprovechad antes de que prohiban que circulen archivos sin DRM por la red, u obliguen al uso de biometría forzosa, o cualquier otra locura de ese tipo, y las ideas y la información dejen de ser libres).
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