Sólo era cuestión de tiempo que, tras no encontrar buenos argumentos en contra de mis razonamientos, comenzasen el ataque personal. Podrí­a haber sido algo referente a mi pasado, a mi familia, o a mi empresa… pero han decidido intentar menospreciar mi mensaje intentando desprestigiarme a mí­.

Primero pondré los puntos sobre las í­es en cuanto a las explicaciones que algunos parecen requerir sobre mi pasado estudiantil. Luego explicaré por qué esto es innecesario, pero conveniente.

En mi currí­culum hay muchas cosas “atí­picas”. Intentaré comentar las principales:

– Brantridge University: cuando terminé el senior year de High School (supongo que el equivalente al actual último año de Secundaria, o al COU de aquel entonces), decidí­ volver a España para no perder el contacto con mi ex-equipo de baloncesto (habí­a jugado en los Juveniles del Pamesa Valencia). Me habí­a encantado estudiar y jugar en EEUU, tení­a ofertas de varias universidades, y con las mejores notas de la promoción, el IQ Test que indicaba un Cociente Intelectual de 146, y el Placement Test de las Fuerzas Aéreas de EEUU que indicaban que estaba a la altura de un estudiante de tercero de carrera, hubiese podido elegir cualquier carrera en cualquier universidad. Pero habí­a jugado en el Pamesa Valencia en las categorí­as inferiores, así­ que decidí­ volver para asegurarme de que no perdí­a el contacto. Además, un año jugando en la categorí­a Junior me harí­a darme cuenta si tení­a posibilidades de llegar a la ACB o no, lo cual era muy importante para mí­, para poder enfocar mi vida de un modo u otro. Así­ que mientras jugaba, decidí­ matricularme (tras pasar la selectividad con Notable sin estudiar más que un curso acelerado en una academia), en la carrera de Psicologí­a de la Universidad de Valencia. Ese año me hizo darme cuenta de que el sistema universitario español (por lo menos mi experiencia hasta el momento, que luego puede ratificar en lí­neas generales) daba asco: aulas masificadas, profesores que no tení­an el más mí­nimo interés por sus alumnos, pruebas ideadas para que un determinado porcentaje de alumnos suspendiesen… ese fue el peor año académico de mi historia, y pese a todo aprobé todas las asignaturas a la primera. Por ello decidí­ volver a estudiar a EEUU.

Tras dos años en Kellogg C. College, terminé mi ASc. en Business Management (de nuevo con las mejores notas de la promoción, miembro de la fraternidad escolástica Phi Theta Kappa -que exige una media de sobresaliente en todas las asignaturas para poder entrar-, y premio académico Wall Street Journal). Al terminar, con la misma duda de seguir en EEUU o volver, y consciente de que el estado de mis rodillas era bastante lamentable, decidí­ volver a España para un último intento de jugar en la liga ACB. Resultó un fracaso, pues pese a que entrené varios meses con el primer equipo (junto a Rodilla, Luengo, etc), tras tres partidos de pre-temporada ACB mis rodillas decidieron poner punto y final a una carrera baloncestí­stica de 12 años a pocos dí­as de saber si hubiese podido acceder a un equipo de la categorí­a máxima o no (me gusta creer que fueron mis rodillas, pero quizá fue mi falta de talento lo que hizo que no pudiese alcanzarlo… no obstante los años de diversión y compañerismo han merecido la pena de 6 operaciones quirúrgicas en cada rodilla).

Fue en ese momento en el que decidí­ seguir mis estudios universitarios, pero me negaba a hacerlo en una universidad española.

Pedí­ consejo a la oficina de apoyo al estudiante en Kellogg, y les dije que cómo podí­a estudiar en una universidad norteamericana sin tener que volver a vivir allí­ (por motivos que no explicaré en este momento). Me dijeron que las opciones eran las universidades con convenios, o las de educación a distancia. Y fueron ellos quienes me recomendaron una lista de universidades a distancia acreditadas, entre las que se encontraba la difunta Brantridge.

Yo no leí­ nada más que la frase “certificada por la entidad acreditadora de universidades de West Coast/Pacific” y las carreras que ofrecí­an. Me puse en contacto con ellos, cursé los estudios que detallo en mi currí­culum y punto.

Poco después de terminar me extrañó que el Ministerio de Educación y Cultura no convalidase mi tí­tulo (lo cual no me sorprende, pues increí­blemente parece según me han contado compañeros que lo han intentado que tampoco convalida los de otras universidades “no acreditadas” como Oxford, lo cual yo ni siquiera me he molestado en intentar).

En cuanto a las acusaciones de si eran (pues ya no existen) un “degree mill” (vender tí­tulos) o no, sólo puedo decir que, por ejemplo, en el Master tuve que pasar 8 evaluaciones a cual más rigurosa, cuando en el Master Multimedia (o el de Artes Gráficas) de la Universidad Politécnica de Valencia “regala” sus tí­tulos a todo el que se matricula = paga. Por ejemplo: hace dos años decidieron (por vez primera) que los alumnos pasasen una evaluación, pero nos dijeron a los profesores “cuidado no seáis demasiado duros, que para eso pagan una pasta; además, si alguien no aprueba a la primera, aseguraos de que lo hace a la segunda”. Eso sí­ que es vender tí­tulos. Además, en esos masters tampoco se hace ninguna prueba de acceso (aunque hace varios años el anterior rector se tuvo que “asegurar” con una llamada telefónica que un familiar suyo conseguí­a ser admitido pese a no cumplir todos los requisitos).

Por último, si es la excelencia académica lo que se pone en tela de juicio, entramos en un terreno subjetivo que creo que no es el que nos ocupa, pero que estaré dispuesto a debatir con quien quiera hacerlo.

– Educación a distancia: buena parte de mis estudios los he cursado a distancia, debido a mis circunstancias personales (tener una empresa, ser padre de familia, y otras). Y estoy muy orgulloso de ello, especialmente tras las palabras del vice-rector en la ceremonia de graduación en Oxford. Nada que añadir. Si alguien considera que la educación a distancia no ofrece la suficiente excelencia educativa, lo podemos debatir en otro momento y otro foro, pues la mayorí­a de la gente estará de acuerdo que, con sus ventajas e inconvenientes, es tan válida como la presencial (sobretodo realizada en universidades del prestigio de Oxford o Harvard).

– Cursos varios: también hay quien parece sorprendido de que haya realizado tantos y tan variados cursos de postgrado. Eso se debe a mi innata curiosidad y ansia de formación. Yo ya no creo en los tí­tulos, ni en las carreras “regladas”. Creo en los cursos que imparten profesores de prestigio, no sólo por lo que dicen, sino por los valores que transmiten (como mis profesores actuales en Harvard: Prof. Palfrey, de Polí­tica de Tecnologí­a; Prof. Jane Feldman, de Ciencias Polí­ticas; y Prof. McConell, de Filosofí­a Metafí­sica; o como los maravillosos profesores que tuve en el Colegio Salesiano en mi infancia, que me otorgaron sobresaliente en Religión, pese a que yo defendí­a el Agnosticismo e incluso el Ateismo en clase y en los exámenes).

Creo que no me dejo nada, pero si lo hago, seguiré con las explicaciones.

Ahora bien, -¿porqué he dicho que era innecesario pero conveniente? Muy sencillo: innecesario porque lo importante del debate que se ha generado en torno a mis ideas, y a la forma de actuar de los que intentan silenciarme, son precisamente las ideas, no yo. Si lo mismo lo hubiese dicho un estudiante de secundaria, un barrendero, una diputada, un fí­sico nuclear, o una actriz, -¿no darí­a exactamente igual? Yo creo que sí­, y por eso es innecesario el “defender mi reputación”, pues la credibilidad de mis ideas la sostienen (o así­ deberí­a de ser) los datos, fundamentos, y razonamientos lógicos que las han hecho posible, y no el que yo sea tal o tenga cual. No obstante, también considero conveniente el haber escrito este post por un motivo: por desgracia hay mucha mucha gente que vive cegada por los titulares, el condicionamiento, la tradición… el sistema. Esta gente otorga credibilidad a las personas antes que a las ideas o a los razonamientos, y aunque eso está mal, es lo que hay. Y esa gente también debe saber cómo la intentan manipular, cómo intentan recortar sus derechos y abusar de ellos. Y si ese mensaje se lo doy yo, y le dan credibilidad a mis palabras por quién soy, o por lo que diga mi currí­culum, entonces intentaré mantener esa ilusión de credibilidad en mí­ en aras de que mis palabras les lleguen fuertes y claras, sin la distorsión y la duda que intentan generar aquellos que no quieren un debate abierto y limpio, porque saben que lo perderán, y porque saben que además ellos son los que más tienen que esconder.

Dicho lo cual, una última advertencia: no es mi estilo el entrar en el terreno personal (además de que no conduce a nada), y lo demuestra el hecho de que no comente nada sobre el presunto hijo ilegí­timo de Teddy Bautista en EEUU, o sobre la reputación docente o el estilo de vida y costumbres del Sr. Farré, o sobre el posible destino de los más de 300 millones de euros que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid investigó a las cuentas de la SGAE. Pero si quieren que este debate termine allí­ vaticino que, tras no encontrar nada en mi pasado (curioso, tras tantos años de hacking, de peripecias legales de objetor e insumiso, y muchas otras “curiosidades”), examinarán mis prácticas empresariales (impecables), o mis trabajos de asesorí­a a multinacionales y gobiernos (la gran mayorí­a de las cuales, por su carácter de extrema confidencialidad, no han dejado el más mí­nimo rastro excepto facturas y recortes de prensa), para terminar, fruto de la desesperación, intentando cogerme con la “táctica Pedro J”. En ese caso sólo les pido que, a parte de ser muy atractivas, que sean inteligentes, simpáticas y cariñosas, pues mi mujer sabe que no me conformo con menos 😉

PD.- Para los que me han preguntado el porqué he tardado tanto en contestar les diré que tení­a algo más importante que hacer: estar con mi familia. Y ahora tengo algo muy importante que hacer: ir a dormir, pues mañana me levanto a las 6:00h para ir a trabajar mis 14 horas diarias. No soy San Jorge, jajajaja, eso lo sabe cualquiera que me conozca, pero í­ntegro y currante soy un rato. Y eso me convierte en un enemigo duro de roer. Si quieren lucha les espera una buena.