Establecer relaciones de causa/efecto enlazando desastres naturales con la influencia del ser humano en el medio ambiente (polución, calientamiento de la atmósfera, capa de ozono, etc) es realmente difí­cil, pero en el caso del huracán Katrina, hay indicios claros de que la Naturaleza nos ha castigado por haber abusado de ella (y lo peor es que va a seguir haciéndolo porque nuestros gobiernos, y la mayorí­a de nosotros, vamos a seguir siendo poco respetuosos con ella):

– El huracán Katrina pasó de intensidad 1 a intensidad 5 al sobrevolar las aguas del Golfo de Méjico, las cuales han superado los 32 grados Centí­grados (llevan tiempo calentándose mucho a causa de la acción del ser humano).

– El manipular el cauce del rí­o Mississippi y el desecado de los humedales con fines especulativos ha aumentado el riesgo de una catástrofe como la que se ha vivido.

Pero lo peor es que ni siquiera con previo aviso especí­fico sobre dicho desastre y dicha zona (como denuncia el ex-asesor de Bill Clinton Sidney Blumenthal en Der Spiegel OnLine) ha sido capaz George W. Bush de prevenir ni prepararase para dicho desastre. Pese a que en 2001 y en 2004 avisaron de la gran probabilidad de que algo así­ ocurriese, y se pidiese un estudio y presupuesto para evitarlo o mitigar los daños, Bush se negó, destinando el 44% de ese dinero a la invasión de Iraq. Iraq era una prioridad porque habí­a mucho dinero que ganar para él, su familia (a través de las inversiones del Grupo Carlyle) y sus “halcones” (a través de empresas como Haliburton). Además ese constante “estado de guerra” le conviene electoralmente, y le viene muy bien para recortar derechos civiles y así­ evitar crí­ticas y mantener a la población, a los medios y al estado de opinión en general bajo un férreo control. Pero el “estado de guerra” ha pasado a ser “estado de desastre y emergencia”. Quizá ahora mis amigos norteamericanos (los pocos que me quedan) se den cuenta de que Bush no sólo no es bueno para EEUU ni para el mundo, sino que es una verdadera amenaza.

Katrina es un desastre natural amplificado por la acción del hombre.

Bush es un desastre sobrehumano amplificado por la avaricia, la ambición, la falta de libertades y la concentración de medios.

El año pasado 60 de los más prestigiosos cientí­ficos de EEUU (incluyendo 20 premios Nobel) avisaron:

“Successful application of science has played a large part in the policies that have made the United States of America the world‘s most powerful nation and its citizens increasingly prosperous and healthy … Indeed, this principle has long been adhered to by presidents and administrations of both parties in forming and implementing policies. The administration of George W. Bush has, however, disregarded this principle … The distortion of scientific knowledge for partisan political ends must cease.”

Bush, por supuesto, no hizo ni caso. Como siempre, obtinado e ignorante hasta el final. Y el final se acerca.

Por mucho que varias organizaciones (como el World Watch Institute) nos alerten del peligro, seguiremos obstinados en que somos lo único que importa. En que el ser humano es “el motivo de la creación” o “la cumbre de la evolución”. Pero no es así­. Acabaremos con nuestro hábitat, y con ello acabaremos con nuestra vida. La única duda es cánto tiempo nos llevara hacerlo. Si es poco, eso será el fin, un triste, breve y baldí­o recorrido por la vida. Si es un poco más, quizá nos dé tiempo a preparar nuestro reemplazo evolutivo (modificaciones genéticas, cyborgs, o robots con IA). Pero lo que está claro es que, por inteligentes que nos creamos, nos estamos labrando nuestro propio fin, y a conciencia. Hay que ser obstinados. Hay que ser burros. Hay que ser suicidas.