Eva S.G., a través de la lista de CPSR me enví­a estas dos historias que muestran lo que puede pasar (a cualquiera) con la retención de datos – excelente el comentario final -:

Ahí­ van un par de “historias para no dormir” que podrí­an afectar al común de los mortales 🙁

Juan, asesor financiero de profesión, está felizmente casado y tiene dos hijos. El mayor, Pedro, de 14 años, se pasa todo el dí­a colgado al teléfono con novia del instituto, Fátima, cuyo padre, que llegó a España hace 30 años, está totalmente integrado hasta el punto de disponer de la nacionalidad española, y hace una gran labor integradora y de apoyo a los recién llegados miembros de la comunidad musulmana, por lo que su móvil no para de sonar: siempre está ayudando, asesorando u orientando a alguien.

Un dí­a de agosto, de camino a la playa, Juan tiene un accidente de tráfico sin importancia pero la Guardia Civil interviene en el asunto. Tras verificar sus papeles se lo llevan detenido y lo tienen incomunicado durante 72 horas, y después lo liberan. A Juan le acaban de aplicar la ley antiterrorista, por haber inferido, en base al registro de sus llamadas telefónicas, que era colaborador de una célula islamista. Al padre de Fátima también se la han aplicado, de manera igualmente injusta, por haber hablado frecuentemente con otro vecino de la comunidad, que aparte de tener problemas laborales, para los cuales contactó con el padre de Fátima, es un creyente de perfil más radical y por lo tanto sospechoso para las autoridades.

======

Muy a pesar de la voluntad de su padre, consejero delegado de una gran multinacional, a Laura le va el “rollo” altermundialista. Con la ocasión de la enésima cumbre de la OMC en su ciudad, se conecta a internet y en la página de una ONG crí­tica con la globalización se apunta a una lista de correo en la que se discute y acuerdan las acciones de protesta pací­fica que se van a llevar a cabo.

A Laura le castigan ese fin de semana y no puede acudir a las concentraciones que, sea por infiltración de la policí­a, sea por la acción de una minorí­a de violentos ajenos a la convocatoria, acaba en batalla campal con los antidisturbios.

Desde entonces, la familia de Laura no puede ir a pasar las Navidades en Suiza esquiando como era su costumbre. La Policí­a española ha pasado el nombre de Laura a la Interpol como “globalifóbica peligrosa” por haber recibido los emails de aquella aparentemente inocua lista de distribución, y desde entonces no puede poner los pies en ese bello paí­s tan protector con los altos estamentos económicos sin que la sometan a interminables interrogatorios en el aeropuerto internacional de Ginebra.

fin de las historias 🙂

El problema filosófico que tengo con este tipo de ejemplos es que estamos a merced de las entendederas de quien lo lea. Porque si topamos un “cenutrio” que llega a la conclusión de que va a tener problemas si el hijo se echa una novia de origen marroquí­, o la hija es crí­tica con la sociedad en que vivimos, mal vamos…