Según este artí­culo:

“Un retraso judicial deja impunes a los 14 jóvenes acusados de incendios y destrozos en Valencia en 2001. Los delitos que se les imputan han prescrito al paralizarse el proceso por la demora en la adjudicación de una sala.”

Todos cometemos errores. Pero el sistema no debe hacerlo. Y si lo hace la reacción debe ser fulgurante. -¿Responsabilidades? -¿Reforma? … Me temo que no. Corporativismo y burocracia se unirán, como siempre, para que este insulto a la justicia quede impune. -¿Cuántas veces han pasado cosas así­, incluso con terroristas? Algo falla. El sistema falla.

-¿Y que hay de las vallas de Ceuta y Melilla?

No haré un análisis polí­tico, pero una cosa está muy clara:

– Por una parte los “pobres inmigrantes”. Es “polí­ticamente muy correcto” defenderlos, protegerlos, ayudarlos… pero recordemos que son delincuentes. En España, si un español agrede a un policí­a, o si rompe una propiedad pública, o si se salta un control de pasaportes del aeropuerto, se enfrenta a sanciones legales y a a una actuación policial y judicial sin excusas y sin simpatí­a popular. Pero “los pobres inmigrantes están desesperados”. No son los únicos.

Hay gente en las calles que se muere de hambre, frí­o y enfermedades pese a que tenemos un sistema de protección social realmente avanzado (y caro). Yo soy el primero en mostrar mi comprensión hacia esa pobre gente, y en sentir ira y rabia por el mal reparto de la riqueza en el mundo.

Hay que hacer algo. Pero no romper la ley. Quizá haya que modificarla, o abolirla, o cambiar el sistema. Pero mientras el sistema está en su lugar, debe ser respetado.

Muy a menudo se recuerda en los medios que los españoles hace poco también éramos inmigrantes, pero no nos recuerdan que cumplí­amos la ley, que no entrábamos por la fuerza a ningún sitio, y que inmigrábamos a lugares donde nos ofrecí­an contratos de trabajo con los papeles en regla. Si queremos que estos pobres inmigrantes tengan un futuro mejor, en vez de mantas y sopitas de la cruz roja, y muchas palabras bonitas de la gente de buenos sentimientos, tendremos que crear puestos de trabajo e infraestructuras para ellos. Y si no podemos (porque no somos capaces de hacerlo ni para el 9% de nuestra población activa) entonces tendremos que ayudar a sus paí­ses a hacerlo. Pero eso requiere valor y fuerza, y ni tenemos nosotros ni nuestros dirigentes, y ese es el segundo problema.

– Por otra parte tenemos a unos polí­ticos, organismos internacionales, e incluso a una población de paí­ses desarrollados absolutamente des-sensibilizada con los problemas del mal llamado “tercer mundo” (como si todos no compartiésemos el mismo mundo, y de hecho como si los del “primer mundo” no nos aprovechásemos constantemente de los del los otros “mundos” y estuviésemos acabando con EL mundo).

No tenemos narices de denunciar los gobiernos corruptos de esos paí­ses, generalmente dictaduras autocráticas o teocráticas, dirigidos por reyezuelos o militares, que lo único que saben es oprimir y saquear constantemente.

Y nosotros, y nuestros mandatarios, “por no enfrentarse a otras naciones soberanas (sic)” pues a hacer la vista gorda. -¡No señor!

Lo que hay que hacer es llevar la educación a esos paí­ses. Fomentar un espí­ritu crí­tico. Fomentar la participación y un mejor reparto de la riqueza. Y sobretodo acabar con la corrupción y los abusos. -¿Que hay que enfrentarse a alguien? Pues se hace. Pero lo que no podemos hacer es mirar hacia otro lado.

Hoy son 30, 300, 3.000. -¿Qué pasa si hacen otra “marcha verde”? -¿Qué pasa si millones de “ellos” se deciden a peregrinar hacia la “tierra de la opulencia” e “invadirnos pací­ficamente”? -¿Pondremos otra valla, y otra, y otra? (me recuerda a las maquinillas de afeitar que ya llevan 4 cuchillas).

Eso NO es la solución. Basta ya de polí­ticos cobardes e interesados, que no son capaces de afrontar los verdaderos problemas del paí­s (y del mundo) porque temen perder su coche oficial con chófer y secretaria con minifalda. Basta ya de polí­ticas destinadas a “aguantar como sea hasta la próxima legislatura” o a “complacer a los socios en el poder” (esas minorí­as que no tienen apoyo más que de familiares, amigos, y cuatro trasnochados, pero que alcanzan cotas de poder -y por lo tanto de representatividad- absolutamente injustas e infundadas por la necesidad de mantener la tiraní­a de la mayorí­a).

Ahora que he arremetido contra izquierdas y derechas, pueden ustedes lanzar sus piedras verbales, pero yo no aguanto tanta hipocresí­a, y creo que hay que dejarse de palabras bonitas, ser coherentes, y buscar soluciones, no parches.