En un artí­culo titulado “Tarnished Philanthropy: China Questions Recent Medical Supply Shipments from U.S.” del 15 de diciembre, 2005, Yingling Liu (del World Watch Institute) enumera varios casos de donaciones filantrópicas de material médico desde EEUU a China donde la mayorí­a de este material estaba caducado (incluso desde 1990), manchado de sangre, usado, roto, etc.

LDS Philanthropies, de la iglesia mormona, donó US $4 millones en material médico que llegó a China el 7 de noviembre. Según la Xinhua News Agency, inspectores de aduanas encontraron que las 926 cajas incluí­an 47 cajas de material médico caducado, 60 cajas sin fecha de caducidad, 2 cajas de material usado, 2 cajas de detergente caducado, 87 cajas de material para niños usado, y 41 juegos de rehabilitación usados —o sea 239 cajas de material no utilizable.

En otros tres enví­os se encontró ropa de cama manchada de sangre, rota y sucia. Se supone que el enví­o estaba destinado para montar clí­nicas y horfanatos. Pero según Beijing News, al detectarse todo esto, se envió de vuelta.

Algo similar sucedió con la Chinese Agape Foundation, de Peachtree City, Georgia. De una donación de $30,000 de material médico a la Charity Federation de Wuhan City, según Market News, conteniendo 138,647 artí­culos, la mayorí­a estaban caducados o usados.

De hecho las jeringuillas contení­an fluí­dos extraños y los desinfectantes se habí­an mezclado con otros artí­culos, muchas sillas de ruedas no funcionaban, y todo ello iba empaquetado en cajas viejas de Coca Cola o Kentucky Fried Chicken, sucias y malolientes.

Expertos de la Wuhan Medical University, comentaron a Market News que más parecí­a basura médica que donaciones. Los dos enví­os se incineraron.

Ron Brown, director de la Chinese Agape Foundation, Inc., comentó a China Watch que todo esto se habí­a hecho público porque habí­an reducido sus pagos de comisiones ilegales a miembros del Partido chinos. También reconoció que ya se habí­an hecho dos enví­os anteriores de material usado a la provincia de Hunan en 2004.

Según el informe (PDF) anual 2005 de la Fundación Giving USA en 2004 EEUU donó $250 mil millones, y que el 70-80% de los americanos contribuyen a, por lo menos, una organización benéfica.

Pero el artí­culo de China Watch se queda aquí­.

Esta es mi contribución: lo más grave de todo esto (por si lo relatado no fuese suficientemente ofensivo) es que esas donaciones, en su mayor parte (y sobretodo las de la mayorí­a de empresas y corporaciones) se realizan para desgravar impuestos. Incluso, si me apuran, es posible que se hagan para blanquear dinero.

Por supuesto que hay voluntarios, donaciones de buena voluntad, y todo eso. Y esa gente me merece mi más profundo respeto y admiración. Pero si investigásemos un poco más todas esas actuaciones “filantrópicas” verí­amos que en un enorme porcentaje se realizan para obtener una ventaja económica. Lo cual no serí­a tan malo (de hecho me parece perfecto) si no fuese por cosas como esta (donar material usado, caducado, o contaminado), o peores (donar material informático privativo para la educación, perversí­sima costumbre que tiene Micro$oft, asegurándose así­ que futuras generaciones de desgraciados sigan encontrando su defectuoso, inestable y vulnerable software como “normal”).

Imagino la operativa: empresa que quiere tener beneficio económico (o a través de su “fundación”) compra basura médica (o incluso le pagan por retirarla), y la enví­a a China, declarándola donación filantrópica, con su consecuente degravación. Bingo.

Pensemos en los pobres recipientes de esas “ayudas”. En China parece que empiezan a controlar lo que reciben, pero imagino que quedan cantidad de paí­ses (sobretodo en el Africa Subsahariana) que no. No es justo. Nacen en el seno de la pobreza, con enfermedades, sin educación, ví­ctimas de la opresión, y con un futuro más que gris, y encima “nosotros”, para “ayudarles”, les enviamos nuestra basura. Además en vez de velar por que sus gobiernos les ofrezcan unas condiciones de igualdad, un entorno legal y social justo, y unas expectativas de desarrollo sostenible, encandilamos a sus lí­deres con las bondades del capitalismo consumista más alienante, sin advertirles de los riesgos de la contaminación, de las injusticias sociales derivadas de un mal reparto, ni las condiciones de desigualdad en ese supuesto “mercado libre” (donde con nuestras subvenciones a la agricultura y otros sectores, cerramos la boca de votantes, y condenamos a la pobreza a los pobres del mundo). Pero, eso sí­, haciéndoles firmar, para su ingreso en ese indeseable club de la OMC, que se endeudarán de por vida, y que “respetarán” una legislación de Patentes y Propiedad Intelectual que sólo produce restricciones de derechos individuales, de acceso al mercado, y de diversidad cultural.

Disculpen, el ser consciente de mi pertenencia a este “primer mundo” me ha producido ganas de vomitar.