El debate de si Google es bueno, no tanto, o perversa y discretamente malo existe desde hace años. Como en todo los debates donde no se cuenta con toda la información (o por lo menos con información suficiente como para formarse una idea razonada y razonable) en la mayorí­a de casos hablamos por hablar. O peor aun, nos basamos en nimiedades y detalles simples (simplificación que es fácilmente observable en los medios de comunicación, cada vez más orientados al titular y menos a la profundización en la información), como el que en Google la comida sea gratis, que es lo que más impactó al presentador de la cadena ABCnews al realizar este reportaje.

Hace unos dí­as hablaba de que Google me parecí­a un héroe por plantar cara al gobierno de los EEUU, quien le reclamaba millones de archivos y datos sobre búsquedas, de un modo aleatorio o arbitrario, con la excusa de la investigación sobre pornografí­a infantil (todos sabemos lo que el gobierno de EEUU hace con esa información: desde venderla a empresas privadas a emplearla para acosar a activistas o manipular elecciones, y el que quiera más información sobre el tema que me la pida que tengo mucha).

Esta misma mañana he escuchado en las noticias que Google China restringe las búsquedas (eliminando palabras clave como Dalai Lama, Libertad, o Democracia… aquí­ tenéis una lista completa de lo que el gobierno chino censura) de su versión Google.cn -¿Los convierte esto en villanos? La respuesta fácil y simple (y que responden muchos defensores de los derechos civiles e individuales, entre los que me gusta contarme) es un categórico e irreflexivo “sí­”.

Pero desde mi punto de vista es “no”.

La explicación no es que esté “cegado” por las bondades de Google, ni por sus planes de dominación mundial (;-)), ni que sea un sectario como cuando defendí­a a Apple por encima de los datos y la razón (por cierto, esperemos que con Steve Jobs como máximo accionista de Disney, se acabe la polí­tica de esa empresa de presionar para unas interpretaciones de la ley de Copyright cada vez más restrictivas y abusivas). La explicación es la diferencia legislativa entre EEUU y China, y sus diferencias sociales. (Aquí­ tenéis la explicación oficial de Google).

En EEUU la Constitución y las leyes defienden (a priori) la postura de Google. Google se niega a lo que parece, en principio, un abuso del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial (en esto Bush y sus agencias de “Seguridad” -NSA, CIA, HSA, etc- son expertos). Google defiende, no una postura ideológica, sino una legislación vigente y unos derechos respaldados por tribunales, legislación, jurisprudencia, y costumbre.

En China la cosa es bien distinta. La ley no defiende la libertad de expresión, ni la separación de poderes, ni muchos de esos derechos individuales a los que hací­amos referencia en el caso de EEUU. Por lo tanto, si Google en China hubiese adoptado una postura contraria a la legislación vigente en el paí­s sólo hubiese conseguido que les cerrasen la delegación y la web. Muy bonito de cara a la galerí­a (y ponérselo fácil a Debbie) pero no servirí­a de nada. Es más, con Google como “potenciador del uso de la red” (eso es indiscutible) su presencia, aunque censurada, ayudará a que los ciudadanos chinos empleen más la red, descubran cosas como los proxies de anonimización, y así­ saltarse la censura.

No se trata de que Google apruebe la censura del gobierno chino, o que no le importe. Nos ha de importar, y mucho, a todos. Pero sí­ de que hay cosas que se consiguen lamiendo, y no ladrando (como en el caso de Google China). Y otras que no (como en el caso de mi conferencia en la cafeterí­a de la UPV).

Así­ que todos a las trincheras, todos a la lucha, no cedáis en vuestros ideales ni un ápice, viva el Foro Social… pero el que esté en una posición de ayudar a millones de personas (sin hacer daño a nadie) aunque sea acatando unas leyes injustas, que lo haga. Y un último aviso: el gobierno chino es represivo, pero no tonto. Mantened los ojos abiertos y veréis como la transición ocurre. Lenta, taimada, y con sufrimiento, pero segura. Como la propia sociedad e historia del paí­s.