Las bibliotecas existen desde hace siglos. Nadie duda de su incuestionable labor en pro de difundir la cultura y permitir el libre acceso a la misma. Tampoco se le habí­a ocurrido a nadie pensar que las bibliotecas pudiesen mermar las ventas de los libros. Al contrario, son un excelente vehí­culo de promoción de la lectura, y como tal potenciador de las ventas (igual que la radio lo es para la venta de discos).

Pues bien, en su contí­nua muestra de sabidurí­a, las Suciedades de Gestión han estado presionando a los polí­ticos para que les impongan un canon a las bibliotecas, atentando así­ contra el derecho constitucional del libre acceso a la cultura, y demostrando una vez más que son capaces de acabar con sus mejores aliados (vehí­culos de promoción como radios y bibliotecas, clientes como usuarios de redes P2P que luego compran las obras que descubren en la red, etc) con tal de meterse una comisión “por gestión” en el bolsillo.

Pero, por si eso no fuera poco, las bibliotecas se enfrentan a otra amenaza: cada vez más obras se encuentran en formato digital, y ya son muchas las que se encuentran sólo en dicho formato. Si esas obras (como en muchas ocasiones ocurre) incorporan DRM (Gestión de Restricciones Digitales), también conocidos como “anticopia”, entonces nos encontramos que uno va a la biblioteca, accede a la versión electrónica de “La República” de Platón… -¡y no puede ni imprimir una página!. El futuro es negro si esto sigue así­.

HispaMp3, Baquia, y varios medios hablan del tema, pero nadie con la furia y rabia que el tema deberí­a despertar. -¿Hasta cuando vamos a dejar a los intermediarios interponerse entre nosotros y la cultura? -¿Por qué los polí­ticos no tienen el coraje de poner freno a esto? -¿Quieren manifestaciones, y que salgamos a la calle a reivindicar nuestros derechos? Pues si siguen provocando…