Los “creyentes” creen en un Dios (le llamen como le llamen). Pero hoy en dí­a el único Dios que SABEMOS a ciencia cierta que nos observa desde lo alto son los satélites. Muchas veces he comentado el peligro que un mal uso de los mismos significa (para la privacidad sobretodo). El visionado de la pelí­cula (ya desfasada, pero en su época totalmente fideligna por increí­ble que parezca) “Enemigo Público Número Uno” (“Enemy of the State”) con Will Smith, nos dará una idea.

Pero también tienen usos positivos, y muchos, los satélites, como el estudio de la meteorologí­a, la navegación (-¡suerte, Galileo!), etc.

Aquí­ podéis ver cómo los satélites van a ayudar a Afganistan a que sus cultivos sean más eficientes. Mientras sus clérigos y determinados grupos de población rezan a un Dios (Alá, o lo que sea) que ni han visto ni conocen, para que les dé de comer, el otro Dios Tecnológico, llamado satélite de la NASA, lo hará sin que tengan que rezarle (aunque, y esperemos que sean sin tener que firmar un leonino acuerdo de libre comercio con EEUU, o permitiéndoles instalar una base militar, o lo que sea).