Leo en Barrapunto (via Beatriz Busaniche, via David Gil, via…) que un chef alemán, a cargo de la cocina del restaurante La Pérgola, en Roma, ha solicitado copyright para sus recetas y que la SIAE (la entidad de gestión de derechos de autor en Italia) ha comenzado a considerar seriamente el tema.

-¡Es estupendo!

Por reducción al absurdo ganaremos. La “cultura” puede no mover masas, -¡pero el estómago sí­!

Cuando las opciones en los restaurantes se limiten a inventar un plato nuevo diario, o bien servir todos tortilla de patatas (sin cebolla, por favor), entonces habrá una sublevación popular.

No sé por qué tanto revuelo por esta noticia. Llevo haciendo este sí­mil y preguntándome por qué los chefs no hacen esto desde hace años en mis conferencias. Seamos justamente injustos: si una obra creativa (llámese música, pelí­cula, escultura, fotografí­a, arquitectura, o literatura) puede llevar consigo poderes de monopolio, censura, limitación, etc, entonces las demás también (llámese cocina, conversación, sexo, simpatí­a, lógica, expresión corporal…).

Hace mucho tiempo que esta locura debí­a de haber sido parada. Si permiten que se vuelva loca sin control, entonces que se atengan a las consecuencias (reacción ciudadana de desobediencia civil e insumisión que seré el primero en alentar y aplaudir).