La primera vez que oí­ esto fue en San Sebastián, al finalizar una conferencia, y por cautela y prudencia (y un toque de escepticismo que siempre me acompaña) decidí­ no hacer mucho caso. Mi amigo M. me contó que habí­a trabajado en el Festival de Cine de San Sebastián, y que era “normal” que las azafatas comprasen (con dinero del Festival, que es dinero público, o sea que usted y yo pagamos de nuestros bolsillos) droga para las “estrellas” y los “mandamases”.

Aunque me pareció escandaloso, y me entraron ganas de pedirle pruebas para publicarlo, decidí­ no hacerlo, y esperar a mejor ocasión.

Pues bien, ayer, al finalizar la conferencia que dí­ en el Copyleft Málaga (por cierto, siempre interesantí­simo acudir a estos eventos), mi amigo F. me dijo que en el Festival de Cine de Málaga hay una partida presupuestaria oficial y establecida de 60 EUROS AL DIA para ALCOHOL para cada invitado (las “estrellas” y los “mandamases”). Además, y esto ni está establecido en un importe fijo, ni aparece en ningún papel oficial, las azafatas compran (con dinero del Festival, que es dinero público, o sea que usted y yo pagamos de nuestros bolsillos) droga para las “estrellas” y los “mandamases”.

-¿Qué ocurre aquí­? -¿Qué nivel de degradación sufre la escala de valores de un paí­s cuando un Gobierno permite que con dinero público se compre droga para agasajar y tener a bien a unos invitados por su “glamour”?

-¿Cómo puede ser que hable siempre de que determinadas prestaciones sociales no se pueden alcanzar, pero nunca se hable de que esos “recursos escasos” no lo serí­an tanto si se frenase el exceso y la corrupción del Gobierno? Y no hablaré de la escalada de funcionarios, con respecto a la población general, y el absurdo que supone que en una época donde las tecnologí­as permiten el aumento de productividad de cualquier organización, el Estado necesite cada vez más recursos proporcionales para “administrarse”.

Lo que este caso destapa es la visión vácua y absolutamente deformada que tiene el Gobierno de la Cultura.

No sólo la mercantiliza, sino que además el mismo Gobierno es verdugo y ví­ctima:

– Verdugo al convertirse en el “brazo armado” de los fundamentalistas del copyright restrictivo y destructor de la creación y la libre difusión de ideas.

– Ví­ctima (lo que les lleva a ser verdugos por obligación en una especie de chantaje descarado y vil) por cuanto dependen polí­ticamente de los votos, votos que son por desgracia muy manipulables y volubles al estar la población general alienada por los medios de comunicación masivos, medios que repetida y cansinamente muestran el producto-cultural-del-dí­a o estrella fugaz, con el poder de convocatoria del momento, y manipulado a su vez por las multinacionales (productoras, discográficas, etc) y Suciedades de Gestión. O dicho en otras palabras: que la Menestra de Cultura se caga en los pantalones si Pispal o Chilloa sale en la tele diciendo que el PSOE es malo y los trata mal (y saldrí­an en la tele diciendo lo que sea que les ordene su discográfica o la Suciedad de Gestión de turno, que no deja de ser la voz de aquella). Por supuesto lo harí­an de forma “elegante”, como poniéndose una camiseta que diga “No a la guerra” en una entrega de premios televisada, o firmándole un disco con la dedicatoria “La música se muere, por favor ayúdanos” (sólo les falta añadir “o atente a las consecuencias”).

-¿Es esta la “Cultura” que queremos, y que se pretende “proteger”?