El año pasado se inició un juicio sobre patentes cuyas repercusiones pueden ser espectacularmente espeluznantes. Tanto es así­ que en la lista de los diez casos de patentes más importantes, el profesor Wegner pone a este el primero.

Michael Crichton escribió recientemente un excelente editorial en el New York Times hablando (e ironizando) sobre el tema. En Managing Intellectual Property tienen un artí­culo (bastante tendente a la postura pro-patente) que explica con más detalle el caso.

Para resumir, el tema a debate es que la empresa Metabolite dice tener la patente sobre la relación que existe entre niveles elevados de homocisteina y la deficiencia de B-12, y por lo tanto piden royalties a los médicos que hacen un análisis de homocisteina para ver si el paciente necesita vitaminas.

De tres cuestiones que se le planteaban al inicio del juicio, el Supremo de EEUU va a decidir el mes que viene una: “si una patente de método (sobre un paso indefinido, sin describir, y no determinante que simplemente dirige a alguien a correlacionar los resultados de una prueba) puede válidamente establecer un monopolio sobre una relación cientí­fica básica empleada en un tratamiento médico de modo que cualquier médico necesariamente infrinja la patente por el mero hecho de pensar sobre la relación tras mirar el resultado de la prueba”.

Es una auténtica locura, pero tanto la Oficina de Patentes de EEUU, como el Fiscal General del Estado, como el Gobierno de los EEUU se han declarado a favor de que esa patente sea válida.

No nos deberí­a extrañar este afan patentador, ese extremismo fundamentalista por privatizar los hechos, ocurrencias naturales, y demás cosas cotidianas que ocurren sin mérito de investigador ni invención alguna: desde hace muchos años las funciones de los genes (ambas cosas ocurren naturalmente, tanto los genes como las funciones) son no sólo patentables, sino patentadas todos los dí­as. De hecho más de la mitad de las funciones conocidas de los genes humanos están patentadas. Así­ que pronto tendremos que pagar porque nuestros hijos nazcan con dos ojos, o porque sean rubios (o castaños, o morenos, o pelirojos, da igual).

Quieren que se pueda patentar la relación entre las cosas. O sea, que la “realidad cientí­ficamente comprobada” sea patentable. De ese modo, el único modo de no infringir patentes (o de no tener que pagar por estar sujeto a la gravedad, o por quemarse la piel al exponerse al sol) será vivir fuera de la realidad.

Y nosotros quejándonos del canon de los CDs. Si la SGAE es una amateur -¡Estos yankees sí­ que saben! (el problema es que con sus putas patentes luego van exigiendo el pago del impuesto revolucionario a todo el mundo, como ya hacen incluso a campesinos pobres en la India).

Esquizofrenia, o caja. Usted decide. Como dice el informe anual de Monsanto “Nuestro objetivo es patentar la vida”.