Hay escenas de la vida cotidiana que te hacen reflexionar.

Ayer, al dirigirme hacia el metro, pasé por Little Korea, una zona de Nueva York llena de comercios y residentes coreanos. Al llegar a la esquina, me encontré con un grupo considerable de gente mirando hacia arriba, con camisetas rojas, y globos rojos en forma de pepino en la mano.

Chillaban y gemí­an como si estuviesen animando (ignorante de mí­, ni se me pasó por la cabeza que fuese un partido de fútbol, y ni me acordaba que es el Mundial).

Nueva York es un sitio curioso para estar durante el mundial, porque hay gente de TODAS partes, y sin embargo no hay ni enfrentamientos, ni rotura de escaparates, ni nada. Cada uno va a la suya. Estan ya acostumbrados a la diversidad y heterogeneidad, y claro, lo que ello conlleva: convivencia pací­fica, respeto y tolerancia.

Al llegar a la altura de donde estaban, me giré y vi la enorme pantalla en la pared de un banco, en la que se mostraba el partido (y de vez en cuando publicidad del banco).

El banco les ofrecí­a ver el partido gratis. A cambio de publicidad. Ellos contentos, el banco contento, y la policí­a esperando, por si acaso (no tení­an pinta de hooligans, la verdad, pero nunca se sabe). Eso sí­, a la “americana”: 4 furgonetas, 6 coches patrulla, y 2 bicis.