Tengo el placer de estar leyendo las resolución (expediente 593/05) del Tribunal de Defensa de la Competencia (que un amable amigo, parte fundamental del proceso, ha tenido a bien hacerme llegar), por el que se encuentra culpable a AGEDI de establecer remuneraciones abusivas y discriminatorias, en contra de la ley, y se le impone una multa de 300.000 euros.

-¿No es hora de que tras tanta sentencia y pruebas el gobierno ataje a ese hatajo de malhechores que son las Suciedades de Gestión? Pues, tengo malas noticias: no va a ocurrir, y la clave la tiene la sentencia que estoy leyendo.

Si a alguien le interesa tener más datos, que me los pida, pero básicamente todo se resume a esto: tras reconocer que AGEDI (se enjuiciaba a ella en particular, pero cualquier otra Suciedad de Gestión hubiera recibido los mismos calificativos del tribunal, de estar en su lugar) tiene una “posición prácticamente de monopolista legal”, el Tribunal acredita “la realización de una conducta prohibida por los artí­culos 6 de la Ley 16/1989, de Defensa de la Competencia, y 82 del Tratado de la Comunidad Europea por haber explotado AGEDI abusivamente su posición dominadora en la gestión de los derechos de propiedad intelectual que tiene encomendados, al aplicar para el uso de su repertorio condiciones desiguales para prestaciones equivalentes que suponen la discriminación a Antena 3 de Televisión S.A. y a Gestevisión Telecnco S.A. frente a su competidora el Ente Público Televisión Española durante los años 1990 al 200

-¿Qué quiere decir eso? Pues básicamente que AGEDI cobraba a TVE 6 veces menos (en términos relativos) a lo que pretendí­a cobrar a Antena 3 y a Tele 5 (aumiendo las alegaciones más favorables a AGEDI), y tal y como dice la sentencia “…el abuso se ha materializado también en su actuación consistente en la discriminación que supone ocultar a las televisiones denunciantes el contrato AFYVE-RTVE, el no ofrecimiento de condiciones equiparables a las pactadas con TVE y el requerimiento de cantidades muy superiores a las cobradas de esta televisión…

Así­ que ya me puedo imaginar cómo funciona el proceso, y por qué el Gobierno (el que sea, el que toque en ese momento) pasa por el aro y permite a estos déspotas imponer su monopolio salvaje y delincuente. Esta es la conversación que posiblemente haya podido tener lugar en algún momento del tiempo y el espacio:

– Así­ que ya sabes, tú permites que la ley diga esto, esto y esto, y permites que nuestras cuentas no sean públicas, y permites que…. (bla bla bla), y nosotros cobramos menos a los entes públicos y los actos de tu partido que a los demás.

– Suena bien.

– Además, te en cuenta que a través de fundaciones, premios, y otras subvenciones, aquí­ hay para todos.

– Me gusta.

– Pues ya sabes, pórtate bien, déjanos hacer, y cuando pierdas las elecciones ya nos encargaremos de que tengas algún puesto bien remunerado en nuestra entidad sin ánimo de lucro.

– jajaja, vosotros sí­ que sabéis.

– Hombre, te en cuenta que llevamos décadas en esto. Nos las sabemos tods, y a estas alturas tenemos gente nuestra en tribunales, fiscalí­as, peritajes, cuerpos y fuerzas de seguridad, buffettes de abogados, medios de comunicación.

– Dais miedo, la verdad.

– Pues motivo de más para que estás de nuestro lado, -¿capisci?

Es más, las tarifas que tiene establecidas AGEDI son consideradas en el escrito como desorbitadas, y muy superiores a las aplicadas en otros paí­ses europeos.

-¿Hasta cuando vamos a permitir que el Ministerio de Cultura se vea suplantado en la atribución de gestión de unos “derechos” monopolí­sticos e involuntarios de autores tratados por la ley como incapacitados o necesitados de tutela? -¿Hasta cuando estos mercachifles van a tomar rehenes a los polí­ticos con la amenaza del poder que supone la resonancia mediática de cuatro caras famosas de usar y tirar que bailan al son de sus amos?

La culpa es nuestra: por creernos lo de la “fama”, por entrar en el juego de la mercantilización de la cultura, por admitir restricciones al acceso a la misma, por permitir a los intermediarios parásitos secuestrar el proceso legislativo y la representación ciudadana, por tolerar a polí­ticos sin agallas y sin valor, por aceptar que se vele por el interés privado monopolí­sticamente y sin control atentando contra el interés general… si sigo vomitando me pondré enfermo.