Cuando un viaje tiene muchas escalas, las posibilidades de que algo salga mal son muchas.

El dí­a empezó bien: llegada al aeropuerto con tiempo de sobra, cielo despejado y sin viento, y salida del avión prevista a tiempo. Prevista.

El Valencia-Parí­s de Air Europa al final sale con una hora de retraso. Entre eso, y el cachondeo que es el aeropueto de CDG, al final pierdo la conexión con el Parí­s-Los Angeles de Air France. No problem. Calma.

Un bono de comida en el sorprendentemente (por el nombre) sabroso restaurante Hippopotamus, y me cambian el billete enviándome via… -¡Montreal!

Salida Paris-Montreal retrasada. El caso es que al final, cuando llego a Montreal (por cierto, en ferbero sabes que estás en un aeropuerto canadiense porque nada más entrar en el finger, la nieve se cuela por las ranuras), la conexión a San Diego se ha perdido. Me reenví­an por Las Vegas.

Pero también sale con retraso. Y al llegar a Las Vegas, no ha conexión a San Diego hasta el dí­a siguiente. Además no aparece mi maleta. No problem. A dormir 2 horas en el hotel que la lí­nea aérea elija, y mañana, sin tiempo de comprar otra corbata, de nuevo a volar.

Eso sí­, la cola para cojer el taxi, es increí­ble:

Cola Taxi Las Vegas

Mis amigos dicen, -¡cómo mola tanto viajar! Yo digo -¡cómo mola estar en casa! Y al final, como siempre, el término medio es lo mejor.