Pequeños placeres en las rondas de financiación de una start-up (1)
Montar una start-up no es tarea fácil. Las estadísticas dicen que te convierte en carne de cañón (financiera, de infarto, y mil afecciones más).
Pero a los que nos va la aventura, y nos “pone” más montar una empresa desde cero que tirarnos en parapente, lo de las rondas de financiación es el colmo.
Normalmente son experiencias poco placenteras, donde sientes que te están escudriñando hasta por detrás de la bola del ojo, y si todo sale bien terminas la reunión pesando que has vendido tu alma al diablo por un plato de lentejas (8 millones de euros para un nuevo proyecto online basado en software libre, como en este caso).
Pero no todo es negativo. Ayer, en Ginebra (Suiza), tuve el placer de comer con dos banqueros y mi socio en el comedor privado del ático de uno de los principales bancos privados de Suiza. La conversación fue stupenda (dos españoles, un francés y un italiano, todos hablando en inglés), pero el menú fue exquisito:
El que me conoce sabe que me gusta comer bien (“pese” a esa manía que tengo de no tomar vino ni licor ni café), y que he probado muchos restaurantes en muchos países. Pero nada como un sitio exclusivo, una conversación de negocios estimulante, un servicio atento a cada movimiento tuyo, y un menú… pa‘ chuparse los dedos. Lo único que me faltaba: compartirlo con un ser querido. Supongo que no se puede tener todo.