A raiz de este post, y el comentario de eyeclipse, retomo un tema recurrente en cualquier debate sobre [H]activismo: -¿El “ataque” es mejor desde dentro, o desde fuera?

Ambos enfoques tienen ventajas e inconvenientes, y cual Ying-Yang me debato siempre entre un enfoque y el otro.

Desde dentro lo enfoco cuando me pongo en modo “banquero anarquista” (como me llamaba alguien a quien creí­ un amigo, en referencia al texto de Pessoa). Y muchas veces creo que es el modo más eficiente. A modo de transición, cual ninja sigiloso o virus que progresivamente infecta al organismo huésped, muchas veces se nos presenta como la única alternativa. Los “moderados” se adscriben a ella, calificando cualquier otra opción de utópica.

Pero a su vez, los riesgos son enormes. Discretos también, esos riesgos adquieren mil y una forma: desgaste, compromiso… y a la larga asimilación y sumisión.

El ataque desde fuera, por otro lado, se me antoja muchas veces como suicida. El sistema está diseñado para protegerse, y más a niveles básicos y fundamentales (como estructuras legislativas, procesos ejecutivos, modelos financieros, etc).

Pero por otro lado, es inútil “reestructurar” cuando la estructura no es válida. Cuando el paradigma cambia, y el inmovilismo es la única respuesta a los gritos que exigen cambios sustanciales, es cuando el ansia de acción, la idea de revolución, planea en las mentes de los desesperados. Y entonces, con ese caldo de cultivo, de repente, sin esperarlo, surge “de la nada”, catalizado por un visionario, todo un movimiento que ya no se contentará con promesas ni cambios cosméticos.

Y es en ese mismo movimiento, en ese mismo liderazgo, en esa misma plasmación del ansia y la necesidad generalizada, donde reside el intrí­nseco peligro de ese enfoque: los falsos mesí­as, el poder corruptor, la luz que ciega y embriaga…

Que la duda no te haga decaer. Pero que las ganas no te hagan dar pasos en la dirección equivocada.