Ayer fue un dí­a bien cargadito. Y pese a que en realidad no tengo nada que contar (todaví­a), a la vez no puedo morderme la lengua.

Por la mañana estaba “conspirando” contra las multinacionales del software privativo en un determinado sector. En conjunción con un cliente clave de ese sector, planeábamos el demostrar que por primera vez es posible una solución completa e integral en software libre. Es uno de los pocos sectores donde el software libre tiene una presencia casi inexistente. Y una demostración de que no hay “sector sagrado” ni “proyecto imposible” para el software libre.

Luego, comida en “El Frontón” del centro de Madrid, y cocktail (para mi contertulio, que yo con agua ya voy bien) en Ramsés (el local de moda de Ventura decorado por P. Stark).

Por la tarde, tras una reunión de negocios, y antes de salir hacia Valencia, en un rincón de la Estación Atocha llamado Samarkanda (digno de un libro de Agatha Christie), y reunido con uno de los abogados más prestigiosos de este paí­s en “propiedad intelectual”, con clientes que van desde multinacionales discográficas a sociedades de gestión, conspiraba de nuevo, esta vez sobre un proyecto que se le ha ocurrido (aunque no es precisamente nuevo) para darle directamente en la lí­nea de flotación a dichas suciedades de gestión.

No está mal para alguien que ha declarado por activa y por pasiva que el mejor método de lucha no es “desde dentro del sistema”, por el peligro de asimilación, corrupción, o destrucción que se corre, sino desde una confrontación directa, brutal, y sin concesiones. Al final te das cuenta de que el mejor método de lucha es… cualquiera y todos. Con tal de ganar, en el amor y en la guerra…

Ambas “conspiraciones” requerirán enormes esfuerzos, es una batalla cuesta arriba, y la lucha es contra gigantes. Pero merece la pena. Si vas a luchar, incluso si vas a morir luchando, elige un contrincante que merezca la pena.

Vuelve El Banquero Anarquista.

Stay tuned 😉