Reproduzco tal cual, porque me parece sublime:

Los que logran acceder a la categorí­a de artistas creadores intelectuales no pertenecen a este mundo traidor y mediante tal palanca alcanzan la galaxia de los intocables. Habrí­a que puntualizar que colocarlos a todos en la misma nave no es la mejor manera de presentar en sociedad a este pretendido colectivo homogéneo y unido por los mismos intereses. Tan sólo un grupo reducido, los que rozan la cúspide de la pirámide, aunque en privado se despellejen, aparecen en público la mar de contentos, satisfechos de compartir chaquetas de diseño con buenos bolsillos donde guardar las carteras.

El resto, una abrumadora mayorí­a, ni está unido a los de la cúspide, ni es homogéneo, ni se cobija bajo calcada economí­a. Dentro de cualquier oficio o profesión, existen categorí­as, capacidades y suertes dispares. Dispensar bula permanente a los artistas, cuando los que realizan su trabajo en otras actividades no disfrutan de esa ventaja, forma parte de las deformaciones sociales propias de territorios necesitados de un uso enfermizo del culto a la personalidad. Los lí­deres redentores y mesiánicos, salvo honradas excepciones, han servido para convertir a los ciudadanos en súbditos, esclavos de las pautas o tablas que dictan los que defienden que las castas, ví­a sanguí­nea, son convenientes en el mantenimiento del orden social.

Los artistas que se han prestado a trabajar en el ví­deo pro Rodrí­guez Zapatero, junto a los que pusieron la cara en la puesta en escena de la PAZ (Plataforma de Apoyo a Zapatero), y que tanto eco ha tenido en los medios de comunicación, son libres de adherirse a las causas que decidan y están en su perfecto derecho de hacerlo público, donde, como y cuando quieran.

Sin embargo detectamos cuestiones que no cuadran. No relacionar la iniciativa artí­stica de dar soporte a ZP, a través de la PAZ, con la aprobación en el Congreso de los Diputados, el pasado mes de diciembre, del canon digital por copia privada, nos parece de una ingenuidad propia de la adolescencia. El signo de la C de ceja viaja en el mismo equipaje que la C de canon. “Favor por favor y tiro porque me toca”.

El 20 de diciembre de 2007 se debatió en el Congreso de los Diputados la enmienda presentada en el Senado por el grupo Entesa Catalana de Progrés, a iniciativa del senador Jordi Guillot, por la que se instaba al gobierno a presentar en el plazo de un año un proyecto de ley que modificara el artí­culo 25 de la Ley de Propiedad Intelectual, eliminando el canon digital y proponiendo otras alternativas en la defensa de los derechos de autor. La propuesta fue rechazada por los votos en contra de PSOE, IU, CiU y el Grupo Mixto; las abstenciones de PNV, ERC y BNG, y los votos favorables de PP e ICV. El intento de manipulación por parte de los artistas agrupados en la PAZ dando a entender que estás con el PSOE, y si no con el PP, es reduccionista, potencia la bipolarización electoral y pretende vender que la salida pasa por tan sólo dos opciones.

La creación de la plataforma tiene relación directa con la aprobación del canon digital. Por eso los artistas de la PAZ anuncian su querencia por la izquierda oficial española, devolviendo así­ el favor a quien ha defendido en el Congreso sus intereses económicos. Haberse situado junto a ICV, formación que destapó la caja de los truenos en contra del canon, hubiera sido contradictorio y además les habrí­a puesto al lado del hermano pequeño de la izquierda catalana. Una situación en exceso incómoda para la progresí­a que se da cita en Madrid, la que mientras se discutí­a la reforma del Estatut de Catalunya mantuvo silencio cómplice ante un PP extremo. Partido que tensó al máximo la soga, provocando entre sectores amplios de la sociedad española animadversión hacia Catalunya y abriendo la herida de la confrontación territorial.

Durante la escenificación y arranque de la PAZ, el que tiró de la cuerda estuvo a punto de rozarse las yemas de los dedos de las manos. Utilizar la brocha gorda, la que en ocasiones usa el partido al que se pretendí­a descalificar, dice muy poco a favor de los artistas creadores y de los intelectuales autores. -¡Qué fácil es actuar ridiculizando al contrario sabiendo de antemano que la audiencia reirá la gracia a pesar de que el emisor sea un soso obsesivo!

La reunión de la PAZ en el Cí­rculo de Bellas Artes de Madrid rezumó dosis de histrionismo y soberbia. En el fondo, adobaron la alegrí­a mostrada con un ingrediente de sabor amargo, una infusión de astillas de retama. Sensación que ofrece el haber participado en un acto en el que todos están encantados de haberse conocido. Juntos, revueltos, unidos, pero más solos que la una. Dí­as después sorprendieron las declaraciones de Pe, una actriz excelsa, bella, con glamour a raudales y una carrera internacional de aúpa: “no pude asistir porque no estaba en España. Me solidarizo con mis compañeros porque ahora es el momento de actuar”. Como si no estuvieran actuando a diario, si a esa labor dedican su vida. Por eso son los escogidos, por eso se consideran artistas, los que están por encima del bien y del mal.

Aunque vendan unión, los de la PAZ están muy cerca del individualismo. Si echamos una ojeada, veremos la insolidaridad que prestan ante el arte joven, ante el talento nuevo y ante lo que se gesta desde la pulsión espontánea. Además comprobaremos cómo la casta que actúa desde el púlpito pontificando lucha por sus intereses económicos concretos. Que no nos engañen, que les vaya muy bien, que sigan acumulando trabajo y acaparen la totalidad del pastel, pero que no se crean con derecho a bula y que el resto de mortales les tengamos que aplaudir su pose esnob.

Muy famosos, muy mediáticos, muy buenos, muchos temas, mucho arte, mucha inteligencia, mucha creación, muchos derechos de autor, algunos apartados por el ostracismo de la dictadura franquista, mucha propiedad intelectual hecha ley a imagen y semejanza de la CAE (Conferencia Artí­stica Española). Una comunidad que no recuerda sus años mozos, cuando comenzaron su andadura y no habí­a manera de abrirse un hueco en el panorama artí­stico de la piel de toro. Un tiempo, un paí­s en el que fueron jóvenes y quisieron cambiar la sociedad. Con los años han sido ellos los que han cambiado.

Sociedad y sociedades de gestión de derechos de autor, propiedad de los socios mayoritarios cuyos jerarcas, faltarí­a más, a cambio de salarios de banquero, actúan defendiendo el metal al que llamábamos señor vil y en la actualidad apellidamos euro. Al capitalismo lo intentaron volcar, ya no es necesario debido a que la galaxia les permite el acople perfecto con el sistema, son los ricos artistas progresistas.

La CAE se otorga la representatividad de 3, 4 ó 5.000 artistas, no importa, el número es lo de menos, el caso es actuar en nombre de todos los creyentes, un estilo copiado de la CEE (Conferencia Episcopal Española). Entre un obispo católico y un sacerdote galáctico no hay excesiva diferencia. Ambos están convencidos de que con el arte de la persuasión y la fe pueden salvar a los descarriados, a esos que no comulgan ni se casan con nadie, a los que mantienen su independencia ante el poder, lo ejerza quien lo ejerza. Los artistas, si son incapaces de quedarse al margen del pesebre y de ser crí­ticos ante las fuerzas polí­ticas, se embadurnan de la cochambre de las cuadras y del fango putrefacto de las zahúrdas.

Todas las cúpulas actúan a través de impulsos similares. La cúpula episcopal y la cúpula artí­stica aparecen públicamente como legí­timos representantes de sectores que imaginan monolí­ticos, compactos y densos. La realidad les quita la razón. La base creyente católica es bastante más serena, sensata, diversa y plural que la jerarquí­a, la que se disfraza de valores rancios y hábitos superados. También en el mundo artí­stico el movimiento de los invisibles clandestinos y los independientes alternativos, cubre una gruesa banda aderezada de matices, nada que ver con las estrellas consagradas y que se alzan en los elegidos defensores del conjunto completo.

Lluí­s Cabrera Sánchez

Presidente de la Fundación Taller de Músics y socio de la SGAE