Otro excelente escrito de Lluí­s Cabrera Sánchez (algunos párrafos, con impreciosiones, suprimidos):

SOCIEDADES DE GESTIÓN DE DERECHOS DE AUTOR: ‘LA COSTRA NOSTRA’

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Los directivos de la SGAE se deben a sus accionistas mayoritarios. Por este motivo, unos y otros, reivindican públicamente leyes que protejan sus intereses. Esta simbiosis empieza a resquebrajarse. De un tiempo a esta parte la imagen corporativa de la sociedad ha empeorado. Diversos diarios han informado en profundidad sobre aspectos internos que en otros tiempos no se aireaban. La SGAE ya no dispone de patente ni de bula, tampoco es capaz de amordazar a periodistas de linaje. Gabinetes jurí­dicos de contrastada valí­a, que no hace tanto se cortaban los dedos por defender a la sociedad en el racimo de litigios que mantiene con diversos colectivos, en la actualidad dan esquinazo y prefieren mantenerse al margen.

La amalgama de dirigentes que componen la cúpula de la SGAE (Fundación Autor, Portal Latino, Iberautor, Sdae), debido a la gruesa cantidad de dinero que no se reparte, la que procede de un porcentaje del canon, ha escogido transitar por una carretera de baches y excesivos cambios de rasante: un peaje con inversiones y movimientos de capital con una fuerte carga de riesgo.

La compra de la antigua sala de fiestas Scénic en Barcelona, del teatro Arriaga de Bilbao, del Lope de Vega en Sevilla o del cine California de Madrid, son una muestra del poderí­o económico de la SGAE, que en vez de situarse al lado de los agentes que desarrollan su trabajo en salas de conciertos, teatros y cines, prefiere adquirir terreno, que pronto se convertirá en competencia del tejido empresarial del mundo de la cultura. Un matiz que no debe olvidarse en esta polí­tica vendida en el interior de la pirámide como un fortalecimiento patrimonial de la sociedad, es que en todos los casos, los locales deberán someterse a reformas de adecuación, gasto que hay que sumar al coste inicial. Una polí­tica en consonancia con el modelo de desarrollo imperante en España: si prosperan las empresas constructoras la burbuja crece, el paro no aumenta y a vivir que son dos dí­as. La cultura de los bloques envueltos de cemento y arena suele acarrear los peores compañeros de viaje para el sector de la cultura y la creación. Y si no, al tiempo.

Otra muestra de la deriva o la miopí­a de la actual dirección de la SGAE la tenemos en el intento por crear en Barcelona un proyecto de teatro musical autóctono para después exportarlo a Europa. Fue hace muy pocos años cuando la Fundación Autor se embarcó junto a BSM (empresa municipal), al ICIC (Generalitat de Catalunya) y a la promotora privada Focus, para vestir la buena nueva, la que debí­a ser la gallina de los huevos de oro, una suma de fuerzas que catapultarí­a internacionalmente la marca Barcelona Teatre Musical. La fallida produjo grandes pérdidas a diestro y siniestro. El agujero hizo saltar las alarmas en algunos socios relevantes de la SGAE y creó desconfianza hacia unos empleados con sueldos de alto nivel que no supieron explicar, en su momento, el descalabro económico de una operación mal planteada desde el principio. El mantón de las buenas intenciones a los (socios) accionistas mayoritarios no les sirve de cobijo. Personas con mucho peso dentro de la SGAE y que se codean con la cúpula, en ausencia de ésta, comienzan a dudar y a colocar interrogantes donde antes habí­a certezas.

Los promotores musicales españoles andan reflexionando sobre si el 10% de los ingresos (cuota SGAE) de cada concierto es ajustado o no. Los informes en poder del colectivo soplan en otra dirección: sus homólogos europeos pagan entre un 2 y un 4%, bastante menos que el porcentaje que se aplica en España.

Para acabarlo de arreglar, la SGAE enciende la mecha a las escuelas españolas de música moderna, al elegir la polí­tica de tierra quemada, la que cree a pies juntillas que no existe ningún centro de prestigio y que hay que empezar desde la nada. Así­ la teorí­a se convertirá en práctica con la creación en Valencia de la Torre de la Música, contando con el beneplácito del ayuntamiento de dicha ciudad y del gobierno de la Generalitat Valenciana, instituciones públicas en manos del PP. La SGAE pone sobre la mesa 100 millones de euros para la construcción de la escuela, acordando con las dos instancias oficiales la cesión gratuita de 70.000 m2 de suelo público. Acuerdo ligado a la burbuja inmobiliaria y con un contingente de capital muy grande, hecho que podrí­a comportar el recelo de algunas vacas sagradas de la pirámide SGAE.

La SGAE en el Congreso de los Diputados obtiene el apoyo del PSOE, CiU e IU para la continuidad y ampliación del canon de la copia privada. En cambio, en Valencia son las instituciones gobernadas por el PP las que le sirven en bandeja a precio cero un extenso solar para que la Torre ejerza de competidora de los centros pedagógicos españoles, un buen puñado con una antigí¼edad de 30 años, dedicados a la enseñanza de la música moderna y popular.

Al principio del escrito se hací­a referencia a la comparación con Europa. Referencia a la que apelaba la SGAE para defender el canon digital. Ahora será el que firma el que echará mano del espejo europeo. La Ley de Propiedad Intelectual vigente en Alemania y Francia, norma que regula la actividad de las sociedades de gestión de derechos de autor, así­ como el canon y otros reglamentos, obliga a estas entidades a colaborar económicamente con las escuelas de música de sus respectivos paí­ses, sin olvidar las bolsas de estudio y becas destinadas a los estudiantes de las mismas.

No es una acertada elección agujerear y enfrentarse a segmentos situados en la base de la pirámide. Lo mí­nimo exigible serí­a respeto al trabajo hecho, consenso y acuerdo antes que provocar conflictos. Si la SGAE continúa por el sendero actual, atropellando como elefante en cacharrerí­a, utilizando su poder a la contra de estamentos que aglutinan a una cantidad considerable de sus propios socios, aunque no sean los que generan mayor economí­a, nos veremos abocados a la confrontación y a engrosar el campo de la alianza “todos contra el canon”. La arrogancia y la prepotencia son virtudes inherentes a los que construyen torres con cimientos de arena, edificios que el viento se encarga de derrumbar, casas sin contenido, palacios faltos de pasión y armoní­a.

Mientras exista el impuesto del canon exigiremos a nuestros trabajadores de lujo un uso acorde con las necesidades de la base de la pirámide. Sin apertura de miras no daremos paso a los nuevos talentos, no fomentaremos la creatividad y estaremos favoreciendo la compuerta que pondrá a los jóvenes músicos en la picota. Los artistas situados alrededor del vértice de la pirámide tendrí­an que ejercer el estí­mulo solidario con los que pronto cogerán el ascensor. El arte estancado, el que por su endogamia aparta la frescura y espontaneidad de los más nuevos, acaba girando al compás de una noria que chirrí­a por no tener engrasados los ejes. Los movimientos de rotación y traslación son necesarios y los más interesados en que se produzcan deberí­an ser los que disponen de mayor experiencia.

Lluí­s Cabrera Sánchez, socio de SGAE y

Presidente de la Fundación Taller de Músics