Tras cinco reuniones en el Banco Mundial, cinco en el Banco Interamericano de Desarrollo, y una en la Corporación Financiera Internacional, cada vez tengo más claro que la estrategia del Imperio pasa por la redistribución de poder a través de las organizaciones “multilaterales”. Me explico.

Para empezar, dejemos claro que lo que hasta ahora habían sido “organizaciones supranacionales” han sido renombradas organizaciones “multilaterales” para no herir la sensibilidad de quienes consideran que no hay nada por encima de su nación. La misma mierda de corrección política eufemística que hay detrás de “los daños colaterales” (“personas asesinadas por invasiones o terrorismo de estado”). Incluye a entes tan dispares como las Naciones Unidas, la OTAN, la Unión Europea, la Unión Americana, la OPEC, el FMI, el Banco Mundial, etc, etc.

La creación de casi todas estas organizaciones surge a raiz de la Segunda Guerra Mundial. El mundo, horrorizado con lo que acababa de ocurrir, se creyó el bien sonante pero mal intencionado mensaje de que a través de estas organizaciones, sería más fácil llegar a un consenso y defender el interés y bien común. MENTIRA.

La realidad es que durante décadas se ha ido delegando poder a estas organizaciones, lo cual ha sido realmente cómodo para los políticos nacionales y locales, pues podían derivar su responsabilidad a “decisiones que vienen de tal o cual organización supranacional”. Además no se cuestionaban las decisiones dada la capacidad técnica de los burócratas de dichas organizaciones, elegidos entre la élite mundial, y su complicado laberinto mastodóntico.

Pero para evitar concentraciones ostentosas de poder, y el surgimiento de nacionalismos y demás corrientes opuestas a dicha tendencia, ahora todas esas organizaciones están inmersas en un proceso de “descentralización”. Esto es la vieja estrategia maquiavélica de repartir migajas de poder, para mantener el poder absoluto. Desde los comités del partido en cada barrio (comunistas) hasta las estructuras de poder fascistas, todos los sistemas absolutistas e imperialistas han empleado esta táctica con muchísimo éxito (recuerdo el pavor de amigos alemanes del este cuando, aun con el muro levantado y la omnipresente opresión soviética, no se atrevían a hablar críticamente dentro de sus propias casas en el Berlín Oriental por miedo a que algún “delegado local del partido” -sus vecinos- les acusasen de algo).

Ya escribí un artículo hace años sobre este tema (“The Target Effect”, Biblioteca del Congreso de los EEUU). Pero jamás me imaginé que el desarrollo de estas instituciones fuese tan rápido, su asimilación por parte de los gobiernos que ellos llaman “soberanos” fuese tan fácil, ni que su estrategia y mecanismos estuviesen tan perfectamente alineados y coordinados. Da pavor. Una auténtica maquinaria apisonadora anónima, cuyos designios se dirigen en la sombra por una oligarquía con una agenda descarada.

PS: Y los que están dentro, y lo ven (y lo saben) ¿no hacen nada? Pues no. Para variar. Les interesa sólamente mantener su culo a salvo, formar parte de la “élite”, y aprovechar las ventajas y regalías del sistema. Nos conformamos con las migajas, aunque otro se esté comiendo un pastel que nos pertenece a todos. Hay que hacer algo. Mañana publico algunos datos recopilados en estas sesiones de trabajo (y las que me quedan), y se os pondrán los pelos tan de punta como a mí. Supongo.