En el que se ha convertido en uno de mis anuncios favoritos de todos los tiempos (hace unos años tenía una agencia de publicidad, y aun me gusta analizar los anuncios) aparece Mikhail S. Gorbachev (el para unos preclaro, para otros marioneta último ex-presidente de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) en un coche con chófer pasando por delante del muro de Berlín y con una maleta de Louis Vuitton.

La excelente foto de Annie Leibovitz y el enorme significado simbólico de la escena ya es bastante como para que lo tenga enmarcado en mi despacho.

Pero si te fijas con una lupa en la revista que hay en la bolsa, escrito en cirílico pone “El asesinato de Litvinenko: piden $7,000 para dejar en paz a un sospechoso”.

Por supuesto ni la agencia de publicidad, ni la empresa, ni el Sr. Gorbachev admiten que eso esté ahi a propósito. Pero para una foto así, para una campaña así (se fotografió el 1 de julio del año pasado, y aun sale en los medios, pues yo lo vi en el interior de portada del Economist o Forbes, no me acuerdo, la semana pasada) no se deja nada al azar.

Sutil. Vírico. Potente. Elegante. Subversivo. Contradictorio. Me encanta.