El aeropuerto de Kuala Lumpur ha recibido varios premios (entre ellos el de mejor aeropuerto del mundo). Pero con lo que me he quedado sorprendido es con la sala VIP de la terminal satélite: dispone de duchas, bufete de comidas calientes (yo he comido arroz basmati, sandwich de salmón y huevo revuelto, y zumo de mango), sillas de masaje, y ¡hasta un putting range de golf!

La cosa cambia cuando llegas a Jakarta. Pese a existir edificios lujosos (no en vano es la capital del 4° país más poblado del planeta, y el que dispone de mayor costa, gracias a sus más de 17.000 islas) la pobreza es evidente. Los contrastes son mucho más llamativos que en Kuala Lumpur, pese a que este país también tiene bastantes recursos naturales. Sus ciudadanos lo achacan a la rampante corrupción.

Otra cosa evidente es que para circular por el caos que es Jakarta, lo mejor es una moto. A eso alluda que son más baratas y consumen menos que los coches, y que Yamaha tiene una fábrica aquí.

También es evidente que hay mucha más inseguridad ciudadana. Por ejemplo, al llegar al hotel (en todos los hoteles de lujo, de hecho) paran el coche y revisan sus bajos en busca de bombas lapa, e incluso en algunos como el Shangri-La (yo estaba en el Four Seasons, pero fui al Shangri-La a escuchar una actuación en B.A.T.S.) abren la puerta e introducen un analizador de gases dentro en busca de rastros de explosivo. Por supuesto en la puerta hay detector de metales.

Pero lo que hace que nada de esto resulte violento es la increíble sonrisa y amabilidad de todos los implicados en el proceso (seguridad del hotel y policía). Otra cosa es la policía militar, pero a excepción de estos últimos, la proverbial amabilidad y hospitalidad asiática aquí e nota de una forma especial (me comentan que es por la influencia de la cultura de la isla de Java).

La vida de los expatriados en Jakarta gira en torno a los hoteles de lujo y centros comerciales, porque ciertamente las opciones “callejeras” son bastante menores que en Kuala Lumpur. En el caso de mi hotel, había bastantes cosas destacables (desde la bodega/biblioteca, hasta las pistas de tenis rodeadas de bambú… el hotel incluso dispone de un jugador de tenis full time para que los que viajamos solos podamos jugar).

La lástima es que lo que me gusta es pasear y conocer la cultura local, pero entre la falta de tiempo, los constantes avisos sobre “poca seguridad” (de hecho el día después de volverme detuvieron a 9 presuntos terroristas), la pobreza tan evidente en sus calles, y que las calles no tienen acera, decidí no callejear mucho. Eso sí, dentro de un par de semanas me “vengaré” en Pekín y Tokyo.