???????Konnichiwa.

Hoy me he levantado con mucha más energía, así que he emprendido la marcha pronto.

Lo primero es siempre el metro, y para empezar una de choque cultural en la cara: para evitar a los chikan ??? (hombres que aprovechan que el vagón va a tope para toquetear partes íntimas de las mujeres), hay vagones sólo de mujeres (josei senyou sharyou).

Pero este otro mensaje del metro sorprende más:

¿Qué es lo que nos dicen que tenemos que hacer en casa, meterse los dedos en el oído, llevar música o cantarla? ¿lo dirán por los derechos de autor, o por la “calidad” de algunos de ellos? 😉

Las chicas con Kimono ya no me sorprenden. Lo que sí es una pasada es ver la de mujeres que se van maquillando y peinando en el metro (son super femeninas y coquetas, en toda su discreción), y la de niños con violín o equipos de fútbol o beisbol que he visto en el metro. En cuanto a las máquinas expendedoras de billetes, no son nada difíciles como me habían dicho. Lo más práctico es comprar el billete más económico que aparezca (fijaos que marcáis el de viaje único) y luego aprovechad una de las máquinas de “ajuste de tarifa” que hay a la salida.

Pero sin duda lo de la multitud es lo más espectacular. En la estación de Shibuya hemos estado parados al salir (no en el vagón, como es habitual, sino ya en el andén). Todo lleno de gente que no podía moverse ni a un lado ni a otro. Claustrofóbico (menos mal que no lo soy).

La primera parada es el parque Yoyogi-K?en. Los fines de semana todo tipo de adolescentes se reune aquí para expresar su individualidad, o su pertenencia a un grupo alternativo (goths, lolitas, rockers, punks…).

Pero lo interesante del parque son los grupos de música más o menos amateur que tocan, a escasos metros unos de otros, entre el parque y la acera de enfrente del estadio olímpico de Tokio. Yo sé de unos cuantos “artistas consagrados” que dicen que “lo que le ocurre a la industria discográfica no es tanto un problema para ellos como para los nuevos artistas, que no tienen una oportunidad, que no tienen donde tocar ni cómo darse a conocer”. Pues bien, algunos de los que he visto y oído actuar hoy tienen discos grabados, actúan en conciertos de pago, y sobretodo se lo pasan de maravilla.

Un sonido fresco, original, y de nivel. Un gustazo. La mayoría han vendido todos los CDs que llevaban. He pasado más tarde, cuando estaban recogiendo, y el que no ha vendido todos sus CDs, los regalaba. Precioso.

Después he cruzado para ver los puestos de comida ambulante en la acera del estadio. Nunca como comida callejera, pero estos tenían una pinta realmente excelente, tanto de higiene como la comida.

Luego me he metido en el parque adyacente, el Meji-jing? Gy?en.

Realmente hermoso, y mucha gente paseando.

Realmente aquí el que no encuentra el amor y la paz es porque no lo busca.

Como hace un calor de narices, a lo largo del día me han salvado las máquinas expendedoras, donde casi siempre he encontrado mi bebida favorita: calpis water (y a 120¥, para que digan que Tokio es cara… nosotros con el € sí estamos jodidos).

Acto seguido he cruzado hacia la calle Takeshita. Es el “soho” de Tokio. Mucha fuerza, mucha creatividad. Muy loco. Qué maravilla. ¿Su secreto mejor guardado? Aunque parezca mentira y una cutrez, el Daiso (4 pisos de “todo a 105¥”, de una selección muy cuidadosa de los productos más interesantes).

Luego subo por Omote-sand? para hacer unas compras (Kiddy Land lleno de kawaii, o el paraíso de los que llevamos un niño dentro o tenemos uno en casa, Dior y su gigantesco edificio, Chanel, Oriental Bazar, Camper sólo bolsos, Laforet con su estruendo de locura… allí hay de todo).

Habréis visto la comida de plástico que ponen en el escaparate de muchos restaurantes para que no tengas que aprender japonés ni ellos inglés. Todos hemos visto ejemplos de los tradicionales. Esta comida de plástico la venden en el distrito de cacharros cocina (Kappabashi parada Ashakusa).

Pero, ¿y estos deliciosos crepes? Además los sirven enrollados en un cono, y envueltos en papel, con lo que es muy fácil comerlos. A ver si aprendemos.

Justo antes de coger el metro he comido en el paraíso del gourmet ahorrador: Tokyu Food Show. Una gran cantidad de puestos de comida en el sótano de unos grandes almacenes. Todos excelentes, y a unos precios realmente increíbles (excepto los melocotones blancos, que se vendían a 8 euros la bandeja de dos, eso sí, impecables).

Para que os hagáis una idea: he comido cuatro piezas del mejor sushi de mi vida (y ya llevo docenas de restaurantes japoneses probados en todo el mundo), ocho bolas de pulpo con virutas de atún, y un zumo recién exprimido de melocotón blanco por… 7 euros!!!! Además en bent? box, con lo que me he apostado estratégicamente a la entrada del metro, a ver pasar a la gente. Todo un placer. Oyshikatta.

Y ¿qué decir de los postres?. Siempre he pensado que chinos y japoneses no debían tener buena repostería porque en sus restaurantes (fuera de China y Japón) no suelen tener más que postres industriales en la carta. ¡Qué error! Impresionante repostería. Os lo dice un experto goloso.

Después he intentado encontrar Mandarake, y ha sido toda una experiencia: el mapa de la guía Lonely Planet que llevo estaba mal, y me he alejado. Luego he preguntado a la gente pero mi Mandarake e wa d? ikeba iidesu ka? no lo entendía la gente (ni que hablase en japonés ^_^). Por suerte he encontrado a un tipo muy especial: Shueji. Responsable del turno nocturno del hotel Cerulean Tower, hablaba inglés, vivía cerca, y le gustaba el manga, así que me ha acompañado todo el camino (más de 10 minutos). Si no es por él no lo encuentro ni de casualidad. D?mo arigat? Shueji-san.

Hay mil cosas para las que uno no se puede preparar, y que pueden hacer que un friki-geek de pura cepa como yo se vuelva loco. Y eso que no soy un otaku (como alguno de los lectores de este blog). Pero la verdad es que es el paraíso manga-anime-hentai-figuras. Al final he comprado un set vintage de figuras genial.

La zona de Shibuya donde está Mandarake también vibra de actividad y energía. Y como en cualquier otro lugar de Tokio: mucha gente. Y otra cosa a recordar: Tokio es una “ciudad vertical”. En muchos muchos edificios hay comercios en varias plantas (por eso tanto cartel y neón). Si es imposible verlo todo a nivel de la calle, intentar fijarse en lo que hay en las plantas superiores realmente te lleva a la sobrecarga… pero es divertidísimo.

Cenar fugu me parece demasiado típico, pero qué narices.

De vuelta al hotel. Dormir y madrugar.

Me voy de Tokio sabiendo que me he dejado un millón de cosas por ver y hacer (desde fabulosos museos, a escaparates de diseñadores rompedores, pasando por pacíficos templos y jardines, u objetos como el Tenori-On de Yamaha). Pero también me voy satisfecho porque he conseguido hacer, ver y experimentar mucho más de lo que esperaba en tan poco tiempo.

Me voy habiendo corroborado lo que he creído desde siempre: que en otra vida yo he vivido en Tokio (y en esta me han gustado Ibiza y Nueva York). Lo único que me apena es no haber podido compartir este viaje con un ser querido. Pero me voy con las pilas cargadas y muy feliz.

Si alguna vez me pierdo, buscadme en Tokio.

?????? Say?nara. ?????Modori masu.