Ya he escrito en anteriores ocasiones sobre la erótica del poder y cómo esta actúa de gran incentivo para que el sistema se autoproteja, enquilosado e inamovible, y se defienda de cualquier “ataque desestabilizador”.

En aras de comprobar que la teoría sigue siendo correcta, he vuelto a realizar una aproximación experimental a la “erótica del poder”. Esta vez acudiendo al Gran Premio de Europa de Formula 1 en el Circuito Urbano de Valencia. Eso sí, nada de pasar calor ni estar a la solana durante horas… en el Paddock Club. Eso sí, el ruido es estremecedor te pongas donde te pongas, y aunque lleves protectores.

Tras ver las primeras vueltas, unos regalitos, y comida de buffet de primera. Desde el mismo club (en este caso estaba en el de BMW Sauber) es donde se ve bien la carrera: en los monitores con las estadísticas y comentarios en persona de personal experto del equipo.

Luego, acabada la primera ronda, paseo por los boxes (con más explicaciones).

Luego a la zona chill-out a escuchar al DJ francés, ver el pintor italiano, degustar repostería alemana, y a maravillarme del nivel de las “azafatas-florero” (con todo el respeto hacia las mujeres, pero los “azafatos-florero” no me han llamado la atención). Las que cumplen una misión específica también están “escogidas”, pero las que simplemente pasean el palmito para decorar como las del team King Fisher, son sinceramente alucinantes.

Y para acabar la jornada: verlo todo desde el mar (conviene tener amigos hasta en el infierno, y si es posible con yate anclado en lugares estratégicos, mejor).

Había embarcaciones muy curiosas, como el megayate de Mittal, el destructor alemán de la I Guerra Mundial, o el velero americano impecable, enrome y precioso.

Eso sí, lo mejor del circo ambulante este es lo que ocurre en el FashionTV bajo la discoteca. Y entonces entiende uno la “erótica del poder”. Pero un caballero no habla de esas cosas.

Y mientras tanto con una deuda de 300 millones de euros aun coleando por lo de la Copa America, y con la peor sanidad (según un estudio reciente) de toda España. Así nos luce el pelo. Somos, y con razón, la tierra de “las fallas”.