Apuntes desde Bogotá II
La fiesta de anoche en el restaurante Andrés Carne de Res fue realmente espectacular (como mis ojeras esta mañana).
El sitio en sí ya es digno de un post: “kitsch” se queda corto. No es mi estilo para nada. Todo lo contrario. Abigarradísimo de objetos “decorativos” y llenísimo de gente pese a su enorme tamaño y la distancia que lo separa del centro de Bogotá, el viaje hasta allí fue curioso, porque el taxista se perdió e instintivamente uno se pone en guardia (no sea que le estén dando el “paseo millonario” y termine con una “corbata colombiana”). De hecho paraba a preguntar en sitios con un aspecto horrible, paró a mitad de trayecto a rellenar papeles con mis datos “porque los taxis de la ciudad de Chia han de registrar los viajes fuera de la ciudad”…
Bueno, al final conseguimos llegar al restaurante. Gigante desde fuera (capacidad para 3000 personas y no es un salón de banquetes) y lleno de lucecitas, la sorpresa es grande cuando entras y ves la “decoración”.
Pero para colmo había una fiesta privada de disfraces, de unas 500 personas. Los disfraces eran buenísimos (desde Shrek hasta Marge Simpson), y no vi ni uno repetido.
Nos sentaron en la zona de la fiesta, y pudimos ver a todo el mundo bailar durante horas. El tono ni subió ni decayó. A la gente no se la veía ni “a la caza” ni “a la pose”. Simplemente montones de gente joven y guapa pasándolo realmente bien. Nunca había visto una fiesta tan alegre, tranquila, positiva… y tumultuosa.
Otra cosa que me llamó la atención, y esto es general del país, es la amabilidad de la gente, lo cariñosos que son, y su disposición a servir y ayudar. No es una postura falsa y forzada, como en muchos países de latinoamérica. Aquí son así, o por lo menos lo disimulan muy bien. No es de extrañar que tanto españolito termine perdiendo la cabeza por colombianas. Aunque a mí, por cierto, no me afectó esa “fiebre”. Estoy vacunado e inmunizado 😀
Como curiosidades finales, de nuevo las reuniones con estupendas vistas
la cantidad de mujeres en puestos directivos. Y el lenguaje: “¿me regala su nombre?” “le provoca un tinto?”. Y muchas más expresiones que nos resultan graciosas.