Anoche, después de retar a JJ a pasear e ir de compras (incluída la iPodizada, iPhoneada y MacBookeada Apple Store con ninots de falla en versión navidad en el escaparate) por las calles de Chicago. Yo hacía eso con 30 grados menos hace años y sé lo que “pica”, por eso llevaba pasamontañas. Pero es la única forma de disfrutar el ambiente, la exagerada, luminosa, y gigantesca decoración navideña, y las obras de arte callejeras (como las instalaciones de Grant Park).

Para acabar el día, nos decidimos por cenar en el China Grill de la Avenida Michigan.

La barra tenía el mejor ambiente de la ciudad (en la parte de detrás del fondo de la foto, no se ve), y muy buen nivel de “personal”, pero él recién casado y yo enamoradísimo, he decidido tomarme el pommegranate con té verde directamente en el cenador. No se trata de “evitar la tentación”, es que cuando lo tienes claro, no hay “tentación” que valga.

La cena ha estado muy bien (yo hacía ya tiempo que no comía carne de Kobe, y él ha reconocido que era el mejor salmón que ha probado en su vida), pero lo del postre ha sido digno de un post… y eso es lo que hago. Tanto el sushi de chocolate, como el dim sum de pastel de queso con salsa de chocolate y fresas a las cinco especias, ha sido realmente un espectáculo en todos los sentidos.

A la vuelta al hotel, las marcianadas:

– A JJ le ha hecho gracia que los letreros de aviso sean, no de que el suelo está resbaladizo por el hielo, sino de que se tenga cuidado porque el hielo te puede caer de arriba (cuando se acumula en los tejados inclinados).

– Las curiosas puertas liliputienses del hotel, junto a las puertas normales. ¿Almacenamiento? ¿servicio? ¿la puerta del piso 7 y ½ de Being John Malkovich?

Hoy, tras la reunión de las 2, y mi ronda de museos, hemos de llevar a unos clientes a cenar y a escuchar jazz. Hasta ahora no he fallado en la elección, espero no cagarla cuando de verdad importa. Optaré por lo seguro: Grand Lux Café. Stay tuned.