Normalmente no es así, pero la forma, la estética, puede llegar a superar al fondo, a la esencia.

Un par de ejemplos.

Al pulsar el bote de gel de afeitado, en vez de la típica montaña uniforme y azul, se ha formado en mi mano esta hermosa y curiosa forma:

En la foto no se aprecia muy bien (a esas horas y de la mañana, y con la cámara del iPhone, no se pueden hacer maravillas), pero el gel queda por fuera, y un hilo de espuma va por dentro, apreciándose a través del tubo translúcido. Me ha costado más dejar de mirarlo que afeitarme.

Taladrando (o eso intentaba) la pared, me ocurrió esto con la broca:

Ya no importa que sea una broca. Lo importante ahora es que es una broca torcida.

¿Puede que la apreciación estética sea una característica inherente de la inteligencia? Los animales (y supongo que incluyendo el Homo Sapiens, si éste viviese en un entorno salvaje y de escasez) se centran el la utilidad. Lo novedoso les puede llamar más o menos la atención, pero focalizando su atención hacia el descubrimiento de la utilidad. Sin embargo nosotros, en todas nuestras culturas, tendemos a crear o apreciar la estética que nos rodea.

Cuando te alienas te embruteces, y entonces pierdes la capacidad de disfrutar de la sutilleza, la belleza, la estética. Que no te convenzan de que es supérfluo. No caigas en la trampa de obviarlo en pro del utilitarismo. No se trata de abstraerse hasta el epicureismo onírico. Pero pon un poco de belleza en tu vida. Esta te rodea. ¿Te has dado cuenta?