Todo el mundo debería estar en contra del plagio, y más si creemos que una meritocracia no es una utopía, sino un modelo de sociedad deseable. PERO los extremos suelen ser malos, y los dogmas falaces.

¿Existen casos en los que el plagio pueda ser beneficioso? Ayer encontré uno que sí: MissSushi.

Se trata de un restaurante de sushi nuevo en Valencia (abrió la semana pasada, y de hecho su web no estará operativa hasta dentro de unos días) en la Plaza Cánovas 9. Pese a que llegaba de Madrid bastante cansado, tuve que probarlo.

Gente joven, guapa, simpática, decoración pop-bubblegum (moderno, rosa y blanco, toque Starck), carta ligera y curiosa, live kitchen-cam, precios asequibles… un momento… esto me suena… yo he visto esto antes: en París, Ibiza, Miami… ¡Si esto es Planet Sushi! (quizá con toques de Sushi West).

El responsable de sala reconoció que la idea no es nueva. Pero los responsables (de Castellón, donde los ladrillos ya no pueden dar más de sí a una economía y clase política corrupta, y hay que buscar “nuevas” ideas) quieren franquiciarlo.

Tras mi primera reacción de malestar, reflexiono. ¿Puede ser el plagio algo bueno? Pensemos en esa pareja joven que no se plantea ir a París (aunque resulte mucho más barato volar Valencia-París que Valencia-A Coruña), o que nunca va a estar en Miami. O pensemos en ese dueño de restaurante de sushi original (de verdad) que escucha que alguien en otro país ha copiado “su” idea. Pensemos en la economía. Pensemos en la cultura gastronómica y del diseño… ¿Dónde está el daño? ¿Y el beneficio?

Quizá una pequeña atribución (tipo “basado en la idea original de Planet Sushi y Sushi West”) permitiría que la meritocracia no se viese en peligro, eliminaría el lucro cesante potencial, y de hecho haría que no fuese plagio sino obra derivada (o alguien cree que no es una obra, o cultura -que no “propiedad intelectual”-).