Una diputada socialista escribe un post en su blog sobre el abuso de las discográficas (sin mención, por supuesto, a las sacrosantas Suciedades de Gestión o el canon, que “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”) y media blogosfera se pone a babear y cantan a los vientos del cambio.

Siento desilusionaros, pero esto siempre ha existido y va a seguir existiendo: la voz díscola, individual, original, disonante… pero insignificante al fin de al cabo. Y no es que el Partido lo permita ni lo prohiba. Simplemente ocurre, porque tantas voces, de tantos indivíduos, no pueden ser controladas. Pero luego, a la hora de aprobar resoluciones, redactar propuestas de ley, etc, existen un mutismo, secretismo, y sectarismo ciegos y obcecados. Opaco, impermeable e inaccesible, la voluntad “del Partido” (o sea, los cuatro jerifaltes y los ocho lameculos que son los que en realidad deciden por acción u omisión) es la que en definitiva transciende y afecta a los ciudadanos.

Así que no, chicos, Papá Nöel no existe, ni Lourdes Muñoz va a cambiar nada. Se agradece el guiño, pero no significa ni el inicio de una corriente de aire fresco. El bipartidismo (desafortunada evolución natural de sistemas restrictivos como lo es la Democracia Representativa) es putrefactamente endogámico e inmovilista. Y es lo que nos merecemos por no ser capaces de verlo y entender lo que significa.

Venga, ahora todos al partido (de fútbol o político, que en definitiva es lo mismo: la ilusión de la masa que cree que participa en algo que no le tiene en cuenta absolutamente para nada).