De nuevo en Málaga, coincidimos con el Festival Málaga de Cine Español 2009. Delante del Teatro Cervantes, en las carpas, actores y directores (supongo) posan para las cámaras, mientras una marea de adolescentes chillan y corean el nombre del guapo de turno (en este caso un tal “Hugo”). En la calle de al lado, una pareja ya entrada en años camina en dirección contraria, ajenos a la muchedumbre. El hombre sujeta un receptor de radio en su oreja, acto simbólico porque el volumen del aparato hubiese compensado el hecho de que lo llevase escondido en un bolsillo de la gabardina. Y por supuesto las ondas trasmiten un partido de fútbol.

En ambos casos alienación. La proyección en el otro, en un “ídolo”, de los deseos no realizados. La vida en vicario. La atención convenientemente desviada y focalizada. La complejidad de la vida hipersimplificada aunque sea por unos instantes.

¡Despertad! Vivid vuestra vida. Enfrentaos a vuestros aparentemente insufribles problemas. Renegad de aquellos que os quieren vender felicidad enlatada en covenientes dosis de largometraje, partido, elección o episodio.

Como guinda epicúrea de tan esperpéntica escena, el restaurante Sacacorchos nos ha deleitado con un par de carnes exquisitas.