Anoche estuve viendo con mi chica Storytelling (2001) de Todd Solondz. Tras la misma, como suele ser habitual, se inició el debate/tertulia. Pero lo que podría haber sido un consenso más, como nos ocurre en tantas ocasiones, se convirtió en un enfrentamiento de posturas. Y no por el film en sí, bastante fácil de analizar. Sino por un término: “crítica”.

Mi chica defendía que la película era una crítica, más incisiva que American Beauty, de la sociedad norteamericana y sus valores. Yo, sin embargo, me cuestioné el término “crítica”. Manías de protofilósofo amateur racionalista y perfeccionista (con un par de circunstancias añadidas).

Según el avance de la 23 ed. del diccionario de la RAE: 

crítica. 1. f. Examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc.

Por lo tanto, y siendo estrictos, un examen sin juicio, o mero retrato de los aspectos más oscuros, mezquinos u ocultos de determinado sujeto (sea una sociedad, un personaje, o lo que sea) no lo convierte en una obra crítica.

Rara vez las películas toman partido, aunque sea a través de la voz de uno de sus personajes. ¿Por qué?

¿Por qué la literatura, y la música, y en modo menos explícito pero no menos frecuente las artes plásticas, son tan habitualmente críticos, pero el cine se queda en un plano descriptivo, por crudo y directo que este sea?

¿Tendrá esto que ver con la popularidad del cine como entretenimiento? 

Una de mis frases favoritas es que pensar duele. Y cada vez estoy más convencido de que los que se adhieren a la escuela clásica de la “felicidad del perro” (felicidad = ausencia de dolor, entendido como tensión y necesidad) son legión.

Ni epicureismo, ni estoicismo, ni racionalismo, ni utilitarismo les darán la clave de la felicidad. Y por favor, no caigan en la trampa de Nietzsche o Ciorán.

PLENITUD, señores. Como dijo Aristóteles. Conocimiento y valor, para decidir y actuar. Libertad. Felicidad. No debería ser tan difícil ¿no? Pues lo es. Y el que crea lo contrario está bajo la influencia de un placebo. Pero si se consigue un estado (en minúsculas) de bienestar en el camino hacia ese conocimiento y valor para decidir y actuar, entonces, como nos dice el Zen y Juan, “el camino es la recompensa” (no del todo, pero sirve mientras la alcanzamos).