Según un estudio del sociólogo David Stuckler publicado en el Lancet, en el que se analizó la mortalidad de los hombres de la antigua URSS y 25 países del este de entre 15 y 59 años, y la duración y extensión de los programas de privatización que sufrieron dichos países al principio de los 1990, la mortalidad aumentó un 13% (un millón de vidas), tras ajustar multitud de factores externos.

La conclusión es muy clara: la privatización rápida lleva a desempleo, y el mismo añadido a la falta de protección social lleva a la muerte.