Creo que ya no lo soporto más: ni guitarras melancólicas de pseudo-cantautor maullando a la tristeza, a la cotidianeidad, al sol o al desayuno, ni samples enlatados de techno-trance-machaca-machaca. Lo siento pero el arte accidental y el conceptual tienen un (reducido) espacio en el ámbito compositivo, y ya está bastante lleno.

El arte por el arte, la libertad creativa, las tendencias y escuelas, las vanguardias, el rango, la variedad… fantástico a nivel académico, o en el purista mundo donde el arte no es ni comunicación, ni entretenimiento, ni cumple función alguna más que la auto-justificación de su propia existencia.

Contra mi exigencia de que el artista justifique su obra me suelen contraponer que muchas veces el artista sólo sabe expresarse a través de su obra. Cual artista autista. Y yo reniego de la cobardía que supone esconderse tras un lienzo, y apelar al pincel como único medio de expresión. Habrá excepciones, pero el que no es capaz de argumentar su “obra” no merece ser tratado como “artista”. Puede que el crítico, el espectador, el galerista, y demás farándula aduladora y babeante seamos capaces de aportar interpretación y enfoque… pero eso no exime al artista de su responsabilidad como catalizador de una idea.

Aunque por otra parte me encanta escucharles cuando se auto denominan “artistas” y enarbolan la bandera de la “cultura” para defender su “creación”. Tan patético.

El “artista” es PRESO de su obra. Esta le persigue, le acecha y no le deja respirar hasta que no ha conseguido salir a la luz. Lo demás son cantamañanas, ejercitando sus cuerdas vocales, o manchando lienzos como niños en jardines de infancia.

Cada cual que saque su conclusión. Como dice un amigo entendido de arte: “Hay que ver muchas rayas para distinguir lo que es una raya de lo que es un rayote o una rayada”. No todos los ruidos son música ni todos los maulladores cantautores. Que decida cada cual, y que viva la libertad de expresión, pero muerte al halo de divismo de los enfrascados en la Cultura y la Creación que no son ni capaces de decir por qué hacen lo que hacen (o peor, se atrincheran tras cuatro palabros intelectualoides de cultureta gafapasta).