No pensaba escribir otra entrada con anécdotas de este viaje, pero me han sucedido unas cuantas:

  • Normalmente un “taxi” (coche privado) del hotel cuesta mucho más que un taxi regular (con taxímetro). Pero hoy la pequeña diferencia me ha sorprendido: 26.000COP (8‘64€) el del hotel, 21.000COP (6‘97€) el taxi. Por cierto, ¡los taxis de Bogotá son de los más baratos del mundo! Las carreras de media hora que hacía casi todos los días me costaban 9.000COP (3€).
  • Sin pedirlo, cosa que en otras ocasiones he hecho, y sólo me ha funcionado un par de veces (motivo por el que dejé de hacerlo), Iberia me ha ofrecido un upgrade a primera, por ser viajero frecuente. ¡Mola!, y más en un vuelo transatlántico, donde se agradece mucho el espacio para las piernas, la comodidad, la mejor comida, y el sistema de vídeo personal (en vuelas a Norteamérica y Asia ya son comunes, pero en el Madrid-Bogotá no).
  • En el aeropuerto de El Dorado siempre entro a la sala VIP de Avianca. No está mal, pero esta ve he ido a la Admiral‘s Club porque me pillaba más cerca de mi puerta de embarque, y ¡menuda diferencia!

Ahora sólo espero que la salida del vuelo, anunciada con retraso de 40 minutos, no me haga perder la conexión (no creo, en vuelos tan largos al piloto le es sencillo recuperar ese tiempo). Nos vemos en España.

Por cierto, me he comprado un sombrero de fibra fino de ala corta. ¿Guiri, chulapo, hortera, vacilón…? Lo que sea, pero protege la calva del sol abrasador de Bogotá.