Llegamos el domingo, via el impresionante aeropuerto de Munich. Parece mentira que dos compañías de la misma alianza, sean tan distintas (Spanair y Lufthansa). Directos al hotel, y primera sorpresa. Aunque en alguna ocasión me había pasado que el agua caliente no funcionaba bien, en este caso era lo contrario: lo que no salía era agua fría, y la caliente escaldaba. Además, al ser tan tarde, no tenían un técnico de mantenimiento ni nos podían cambiar de habitación al estar el hotel lleno.

Al día siguiente lo solucionaron (con la surrealista explicación de que como es un edificio recién renovado, se acaban de dar cuenta de que las tuberías de agua caliente y fría pasan muy cerca la una de la otra, con lo que la de la caliente calienta la fría ???), y pudimos disfrutar de un día de asueto, pero plagadito de actividades: Museo Nacional, Municipal House y su maravilloso Art Nouveau,  Staromestské námestí y su Orloj, compras en el casco antiguo, y concierto de HotLine (grupo de fusión del batería y copropietario del local Michal Hejna) en el AgaRTHA Jazz Club.

Ayer el día fue un poco más de trabajo con un par de reuniones muy interesantes. Pero como siempre hay hueco para disfrutar de una ciudad con tanto encanto arquitectónico (ahogado recientemente, eso sí, por neones y vallas publicitarias que no estaban en mis viajes anteriores a esta ciudad, y que insultan la monumentalidad de su arquitectura), hemos podido visitar la casa natal de Franz Kafka, el puente de Carlos sobre el Moldava (en obras y con mercadillo), y asistir a la impecable representación del Rigoletto de Verdi en la Ópera Estatal de Praga. Gran puesta en escena, portentosas voces, y un público heterogéneo al que le gustaba aplaudir (hubiese acabado el Acto o no).

Ahora descanso, buscar un Golem de regalo, y al aeropuerto. Próxima parada: Budapest.