La solución al mal reparto de la riqueza está clara: hay que robar (o chantajear).

Tras darle muchas vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que las medidas locales no servirían para atajar el mal reparto de la riqueza. Hay que actuar a nivel global. A su vez, para poder enfrentarse a la solución de un problema hay que analizar sus causas.

¿Cuál es la causa, el origen, del mal reparto de la riqueza? No es una respuesta sencilla de responder, porque intervienen muchísimos factores. Pero se puede buscar un denominador común, un origen común: el robo.

Las “potencias coloniales” (España, Reino Unido, Francia, Portugal, Holanda, etc) robaron, entre otras cosas, recursos naturales de sus colonias en Africa, Latinoamérica, y Sudeste Asiático. EEUU hizo lo propio con las tierras y recursos naturales de los nativos americanos (un genocidio moderno y a gran escala, autorizado por el gobierno de una nación soberana contra parte de su propio pueblo… como para que luego vayan de moralistas por el mundo), y sigue haciéndolo a escala global, con “conflictos armados” e injerencia de sus “servicios de inteligencia” a diestro y siniestro (en los 80 fue Latinoamérica, ahora además el mundo árabe). Y las guerras permitieron alguno de los robos a mano armada más salvajes de la historia (como los Nazis en la II Guerra Mundial, Napoleón, los británicos en Egipto y Grecia, etc, etc).

Pues bien, si el origen de la riqueza de unos y la pobreza de otros es, entre otras muchas causas, el robo, propongo que se restablezca la justicia de la única manera que esto parece viable: robando o extorsionando.

¿Cómo? Más fácil de lo que parece: tras acuerdos (a ser posible secretos) de los miembros de UNASUR, la Unión Africana, y la ASEAN, se concreta un día y una hora, y en ese momento comienza el embargo de todo bien, mercancía, y comercio proveniente de países de la UE y EEUU en suelo de cada uno de esos países soberanos.

¿Para qué? Bien sencillo: no para apoderarse de lo que no es de ellos. Sino para reclamar la devolución y/o restitución de lo que sí fue y les fue expoliado. Es una medida de poder, de fuerza, que pondría en jaque a las grandes potencias “occidentales”, obligándolas a sentarse a negociar con carácter de urgencia y sin argucias ni demoras diplomáticas por medio.

¿Por qué así? Lógicamente con esto se consigue que no haya ni intervenciones militares de represalia, ni acciones legales en los foros internacionales. Con uno te puedes meter y machacarlo. Con casi todos a la vez, no. Además conseguiría la atención inmediata y absoluta del mundo entero. Ya está bien de declaraciones y buenas intenciones. Ha llegado el momento de pasar a la acción y hacer las cosas bien.

¿A cambio de qué? También simple: la deuda externa es el lastre que no permite a muchos gobiernos soberanos desarrollarse. Cierto que muchos han abusado de ella, y buena parte ha terminado en los bolsillos de gobiernos corruptos. Pero hay que mirar al corruptor, antes que al corrupto, si queremos apuntar el dedo acusador. Si condonamos la deuda externa a esos países, y permitimos que participen en la explotación de sus recursos naturales, les estaremos dando una oportunidad única para que se restablezca algo de justicia en el reparto de la riqueza.

¿Qué nos costará? A parte de mucha mala leche por parte de instituciones financieras internacionales, no demasiado. Estas instituciones están siendo “rescatadas” a nivel mundial con el dinero de los contribuyentes. Mejor que vaya a parar a un intento histórico de restablecer la justicia, que a los bolsillos de banqueros ¿no?

¿Cómo evitar que retorne la rueda de la deuda externa? También relativamente fácil: llevando ante la justicia internacional a las consultoras norteamericanas, que amparadas por la CIA, generaron informes falsos e inflados de las necesidades de grandes obras (aeropuertos, centrales hidroeléctricas, nucleares, etc), que luego vendieron a esos países a cambio de deuda blanda que se hizo dura cuando dichas inversiones en infraestructuras no generaron lo que se les prometió, y que se cobró a base de contratos para la explotación de recursos naturales, la firma de tratados de “libre comercio” (que les obligaba a legislaciones pro-copyright, pro-patentes, etc), bases militares, etc.

También habrá que reforzar la investigación del dinero sucio de la corrupción, invertir en programas de educación y medios de comunicación libres, atacar el sistema de patentes y liberalizar el uso de genéricos en fármacos…

Hay trabajo por delante, pero sólo hace falta dos cosas: valor y consenso. ¡Que empiece el baile!