Me encantan los estudios del profesor Felix Oberholzer-Gee de la Harvard Business School: son directos, concretos, y carentes de ideología pese a tratar un tema tremendamente polarizado. En 2004 y 2006 ya analizó el impacto de la tecnología sobre las obras protegidas por copyright.

En su último estudio (mayo 2009, HBS Working paper 09-132) llega a conclusiones y datos irrefutables por el FUD de discográficas, suciedades de gestión ("La música se muere, por favor ayúdanos ZP"… ¡pendejos anti-electrónicos!) et al. Cito (el resaltado es mío):

La tecnología que permite compartir archivos no ha minado el incentivo de los artistas y compañías de entretenimiento para crear, comercializar, y distribuir nuevas obras. La llegada de nueva tecnología ha permitido a los consumidores copiar música, libros, videojuegos, y otras obras protegidas a una escala sin precedentes y a un coste mínimo. Dichas tecnologías han debilitado considerablemente la protección del copyright, primero de la música y software y cada vez más de películas, videojuegos y libros. Mientras el debate políticas alrededor de la compartición de archivos se ha centrado principalmente en la legalidad de las nuevas tecnologías y la cuestión de si la reducción de ventas de música se debe a dicha compartición, el debate ha sido extremadamente estrecho. La protección del copyright existe [N.T. “se supone”] para incentivar la innovación y la creación de nuevas obras—en otras palabras, para promocionar el bien social. Este ensayo analiza el panorama e identifica áreas para más estudio. Los conceptos clave incluyen:

La tecnología digital ha reducido el coste de producir películas y música, permitiendo a los artistas llegar a su público de nuevas maneras.

  • Es difícil argumentar que una protección de copyright más débil haya tenido un impacto negativo en el incentivo a los artistas para ser creativos.
  • Compartir archivos no ha desanimado a autores y editores. La publicación de nuevos libros a aumentado un 66% en el período de 2002-2007. Desde 2000, la publicación de nuevos álbumes se ha más que duplicado, y la producción de películas a nivel mundial desde 2003 ha crecido más del 30%.
  • El modo en que los mercados de bienes complementarios (como conciertos, electrónica, e infraestructura de telecomunicaciones) han respondido a la compartición de archivos sigue básicamente inexplorado en la investigación académica.

En el abstract se recoge que:

La llegada de la compartición de archivos ha debilitado la protección efectiva del copyright considerablemente. Hoy, más del 60% del tráfico de internet consiste en consumidores compartiendo música, películas, libros y juegos. Sin embargo, pese a la popularidad de la nueva tecnología, el compartir archivos no ha minado el incentivo de los autores para producir nuevas obras. Sostenemos que el efecto de la compartición de archivos ha sido amortiguado por tres razones. (1) La canibalización de ventas que es debida a la compartición de archivos es más modesta de lo que asumen muchos observadores. Estudios empíricos sugieren que en música no más del 20% of de la reciente caída en ventas es debido a la compartición de archivos. (2) Compartir archivos incrementa la demanda de complementos a los archivos protegidos, aumentando, por ejemplo, la demanda de conciertos y los precios de los mismos. La venta de complementos más caros aumenta los ingresos de los artistas. (3) En muchas industrias creativas, los incentivos monetarios juegan un papel reducido en la motivación de los autores para que se mantengan creativos. Los datos sobre la producción de nuevas obras son consistentes con el argumento de que el compartir no ha desincentivado a autores y editores. Desde la llegada de la compartición de archivos, la producción de música, libros y películas se ha incrementado considerablemente.

¡Cuanto tiempo llevo yo (y otros, claro) diciendo esto!