El sábado por la noche llegamos al aeropuerto de Miami y, como siempre, nos recibió un golpe de calor y humedad tropical de los que cuesta reponerse.

Pero más duro fue reponerse del impacto que nos causó el hotel (Catalina): como era sábado noche, y el hotel se ha posesionado como “In”, con sus restaurantes atrevidos, decoración de diseño, y DJ residente, allí había una verdadera jauría de gente joven, con ganas de marcha, vestidos para la ocasión, y movidos por una música techno-retro (típica mezcla DJ comodón), que ciertamente intimidaba.

Tan cansados estábamos, y más tras subir las maletas (eso sí, con ayuda del gorila de la puerta) por las escaleras al tercer piso, pues el ascensor no funcionaba, que decidimos ir directos a dormir; cosa que conseguimos pese a la música que se podía escuchar perfectamente, hasta las 3:00h.

Al día siguiente, como era domingo, lo tuvimos libre, así que aprovechamos y paseamos por Lincoln Road. Comimos en una especie de diner (Nexxt), con una carta extensísima, y unos platos inacabables, con sus correspondientes vasos que parecían pozales. Lo más interesante, con mucho, del paseo, fue el South Florida Art Center, en el que tomamos nota de varias ideas para futuros proyectos relacionados con el arte. También Britto Central, la galería de Romero Britto. No es mi estilo, pero es ciertamente muy “Miami”.

Nos habíamos tomado un té en Van Dyke café, y nos hubiese gustado ir al concierto que daban (prácticamente todos los días) en el piso de arriba, pero teníamos una reunión, así que…

Tras coordinar las reuniones de trabajo del lunes en la terraza del hotel, nos fuimos a dar un paseo por Ocean Drive: esa muestra descarada de superficialidad y materialismo de la cual hace tanta gala EEUU, y que se hace chabacanamente ostensible en este paseo frente a la playa.

Terminamos cenando en el último sitio que me hubiese imaginado: el restaurante italiano del hotel Ocean, un sitio ostensiblemente orientado a los turistas. Y nos decidimos a cenar allí porque tocaba en directo una banda de blues con un sonido increíblemente claro y equilibrado (y más teniendo en cuenta que tocaban al aire libre y con medios más que limitados). Lo hacían genial, y disfrutamos muchísimo. Para colmo, la comida estaba excelente y el camarero era muy simpático. Todo un acierto en el lugar más inesperado. Para acabar (y huir de los que llevaban enormes serpientes al cuello para que los turistas se hiciesen fotos, de los travestis, de los deportivos ruidosos, de los clubs de moda, etc.) nos tomamos un te en News, y nos retiramos.

El lunes desayunamos en lo que creo que es mi panadería favorita en el mundo: Paul, en Lincoln Road. Sus pasteles, panes, crepes, etc. son exquisitos, y no tienen nada que envidiar a la mejor bagetterie de Paris.

Tras una teleconferencia con unos clientes Mexicanos, recogimos el coche de alquiler (con unos precios tan económicos da gusto alquilar un coche) y nos fuimos a la primera reunión del día en Biscayne Boulevard, donde nos invitaron a comer en horario yankee (antes del mediodía) con lo que no teníamos nada de hambre. Por la tarde nos dirigimos a Miramar, donde tuvimos una reunión interesante.

Antes de regresar a South Beach, decidimos pasar por el Museo de Arte Contemporáneo de Miami, pero estaba cerrado al ser lunes. Así que nos fuimos a un restaurante que nos habían recomendado en el Distrito del Diseño… pero también estaba cerrado. Así que nos fuimos a un sitio seguro, el que posiblemente sea el mejor restaurante de Miami: el Palme D‘Or en el precioso hotel Biltmore (años 30)… sólo para encontrarnos que ¡también cierra los lunes!

Total que terminamos cenando en otro sitio que en principio no parecía que iba a resultar interesante, y luego lo fue y mucho: Meat Market en Lincoln Road. Una carne excelente (la mía de Kobe), y luego un gigantesco helado en Ghirardelli‘s cerró el día de forma brillante.

Hoy por la mañana hemos madrugado, y nos hemos tenido que conformar con un desayuno en Jerry‘s Famous Deli, en Collins Avenue, que abre las 24 horas. Nada especial. Luego hemos conducido hasta Boca Ratón, a una breve reunión que no promete precisamente (aunque nunca se sabe). Como hemos terminado un poco pronto, antes de dirigirnos a la comida de negocios que teníamos programada, nos hemos dado una vuelta por Coconut Walk, en Coconut Groove.

La comida de negocios ha sido interesante, y aunque el restaurante era el último que yo hubiese escogido (no por nada, pues sus platos estaban perfectamente preparados, pero ir a un Asturiano en Miami, no es lo que yo hubiese elegido), hemos comido muy bien, y los negocios parecen prometedores.

Luego directos al aeropuerto, sin colas de tráfico, con check-in rápido, sin nadie en la cola de seguridad… el refranero dirá lo que quiera, pero parece que martes es un buen día para embarcarse.

Y ya de regreso a casa, jet-lag y reajuste de chip.