En “The Evolution of God”, Robert Wright escribe a cerca de la evolución de “Dios”, desde el genocida que en el Viejo testamento reclama la masacre de los Amalekitas (“Ahora id y atacad Amalek, y destruid completamente todo lo que tienen, y no tengáis piedad. Matad a hombres, mujeres, niños y bebés” -1 Samuel 15:3), al “Dios” misericordioso que la Iglesia de San Pablo (que no del arribista político conocido como Jesús) nos intenta vender.

También revela curiosidades como la emergencia gradual del monoteísmo entre los Israelitas, que al principio alababan a dos dioses (“El”, el creador, y “Yahweh”, el guerrero), y sólo tras el exilio babilonio Moisés les dice que no adoren a otros dioses (no que no existan), con referencias al “Consejo de las divinidades” y “los dioses” (Salmo 82).

Para colmo, referencias bíblicas nos hablan de una vida sexual de Dios (los anteriormente mencionados) y referencias arqueológicas nos descubren que Dios estaba casado (con una tal “Asherah”). Está claro que “nos hizo a su imagen y semejanza”: genocidas, fornicadores, miembros de un grupo, y organizados en parejas. Como Dios, oiga. Si existiese, ¿sería él también ateo como yo?