No fui de los que se lanzaron a apuntarse a FaceBook, LinkedIn, etc. en cuanto aparecieron. Pero a medida que mis contactos profesionales lo hacían, consideré que era oportuno formar parte de dichas estructuras de networking, pues facilitaba mucho algunos contactos, y la contextualización de relaciones laborales (quién trabaja con quién, quién recomienda a quién, etc).

Pero, como muchos os habréis dado cuenta, y RMS ya denunció, el concepto web 2.0, nube, y sobretodo redes sociales, tiene un problema fundamental: la concentración y restricción. Ya hemos visto antes en otros ámbitos de la sociedad (economía, política, etc) cómo lo que se inicia como facilitador (moneda, deuda, producción en serie, propiedad, representación, etc) termina en concentrador, y luego en restrictor.

El caso de las “redes sociales” como las mencionadas es paradigmático: empezaron como facilitadores de información contextual, y han terminado siendo (por la codicia innata de las empresas con ánimo de lucro, y por la ignorancia y comodidad autodestructiva de sus usuarios) dificultadores de dichas relaciones.

Cada vez que emplean un formato no estándar. Cada vez que incorporan aplicaciones externas. Y sobretodo cada vez que invaden áreas perfectamente cubiertas por otros mecanismos, ya probados y estándares e interoperables, como la mensajería instantánea y el correo electrónico (gracias por el enlace, Ana), nos restan libertad a cambio de comodidad.

Pues lo siento pero yo no paso por el aro. Además, hay algo inherente en mí que hace que huya de los comportamientos en masa. Siento si eras una de esas personas que “recomendé” y al darme de baja desaparece dicha recomendación. Pero me niego a que me envíes mensajes por medio de una página a la que casi nunca accedo y que no me da tu dirección, y que deja al descubierto información que pretendía privada, y que… que no, hombre, que no.