La interacción con los objetos alcanzó, a principios del siglo pasado, una nueva dimensión: la electricidad, la mecánica, y una fascinación por los “nuevos inventos” nos lanzaron a la era de la “tecnología” en una carrera que a veces hasta un tecnófilo se pregunta si es sana.

Así que no es nada nueva la extraña sensación que causa la interacción con los objetos (como por ejemplo un ordenador, o un ascensor). De hecho, ni siquiera la “mesa interactiva” es nueva (ya tiene años el invento).

Pero hay que reconocer que cuando uno lo prueba (en mi caso en Barcelona, la semana pasada), y experimenta por sí mismo lo que su imaginación había querido abarcar, interioriza esa nueva experiencia, dotándola de rango de conocimiento, y con ello y la plasticidad cerebral, se posiciona como una nueva realidad a la que adaptarse y sobre la que construir. Así se “avanza”. Pero recordemos que no sólo hay que avanzar: reflexión, análisis, sentimiento, sensación, interiorización, coherencia, voluntad… todos ellos han de tener cabida en dicho proceso.