Se me ocurre un comentario atrevido, como suele ser la ignorancia de la que poseo más dosis de la aconsejable, a raíz de un texto de Jaime Gili para la revista Lápiz nº195. En dicho texto el Sr. Gili hace referencia a “Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia” de Gilles Deleuze y Félix Gattari, Ed. Pre-Textos. Aunque Deleuze es un autor que me interesa mucho (ahora mismo me estoy leyendo su “Lógica del Sentido”) he de reconocer que no he leído “Mil Mesetas” (todo llegará). Pero aun así, a raíz de la conclusión que saca el Sr. Gili, y asumiendo que es válida, me aventuro a especular.

Primero, su conclusión: “En Mil Mesetas, se diferencia el espacio liso del espacio estriado. El liso viene a ser como el desierto o el mar antiguo, espacios sin marcas, espacios en los que los puntos están subordinados al trayecto y, por tanto, se hace posible un nomadismo, un vagar. Al contrario, el espacio estriado es el de la ciudad marcada de calles y números […]. En ese segundo espacio -el estriado- los trayectos tienen la tendencia opuesta: suelen estar subordinados a los puntos, “se va de un punto a otro”. Allí no habría, por tanto, nomadismo alguno. Allí residiría el poder con la repetición como su arma”.

La poética es preciosa. La imagen empleada, la metáfora… desde el punto de vista estético, nada que objetar. Pero tratar de hacer ensayo de crítica social a base de preciosismo alejado tanto de la realidad como de lo real, me parece un ejercicio de autocomplacencia.

El enfoque presentado rezuma cartesianismo y dualismo por todos los lados. Un poco de cinismo clásico, y ese mismo cartesianismo, nos mostraría que siempre hay puntos. De hecho, hasta en el “trayecto nómada del espacio liso”, hay un trayecto, una sucesión y consecución de puntos. No existe el “trayecto sin trayecto”. Puede que exista el “trayecto sin destino” o el “trayecto sin objetivo” (más allá del simpático error de traducción del “camino sin objetivo” Zen, ya que todo camino va de un punto a otro, y por lo tanto el que no es destino es objetivo). Pero no el “trayecto sin trayecto” que se pretende describir en el “espacio liso”. Y más desafortunada me parece la figura en un contexto extremo como lo es el desierto, donde la eficiencia puede llegar a ser más vital incluso que la eficacia, y por ello los puntos toman una preponderancia absoluta sobre el trayecto.

Vayamos más lejos. ¿Que pretenden decir los autores cuando reivindican la subordinación de los puntos al trayecto en el espacio liso? Sin duda hablan de la voluntad. La intención, el objetivo, aplicado a ese trabajo imaginario del trayecto. No hace falta acudir a la física cuántica, ni al psicoanálisis, para entender que es falaz y dañino el buscar constantemente fuera las motivaciones y fuerzas que nos mueven por dentro.

Si asumimos un ser, una unicidad identitaria, entonces debemos dotarlo de voluntad (preferiblemente en libertad). No pretendamos que la cartografía o las representaciones mentales del espacio que pretendemos no sólo atravesar, sino que permear, determinarán si vamos punto a punto o vagamos. Será nuestra voluntad, nuestra intención la que lo haga, o no. Otra cosa es por qué y como, pero eso me lo guardo para otro post.