Este es mi manifiesto. Yo soy tú, si quieres. Pero no hablo por “nosotros”. Porque ya es hora de dejar atrás la sociedad “repre”.

Vivimos en una sociedad “repre”.

Una sociedad marcada por la representación, mecanismo fundamental para la construcción de la “realidad”, ese constructo del imaginario colectivo, que tiene más de imposición que de consenso.

Una sociedad marcada por la represión, mecanismo fundamental para la imposición de esa “realidad” y sus múltiples (que en definitiva son muy similares) formas de organización social.

Una sociedad marcada por la representatividad, donde el representante se arroga de la capacidad de no sólo hablar, sino decidir por el otro.

Quizá estos mecanismos, derivados de formas de organización social arcaicas, fueran necesarios otrora. Pero ya no es así.

La representación debe dar paso a nuevas formas de conocimiento en red. Es una nueva era de epistemología que no necesita del estadio del espejo (ni de su sustituto “la opinión del otro”, o peor aun la “realidad consensuada”). Mediante cultura libre, acceso ubicuo, y conectividad en red, tenemos la capacidad de alcanzar esas cotas de conocimiento que se nos antojaban vedadas, y que hicieron necesaria la simplificación e inherente manipulación de la representación. Esto debe dar paso a la estigmergia y a la comprobación. El anhelado objetivismo, que no ciego racionalismo.

La represión debe dar paso a nuevas formas de organización social. Formas que se dan espontáneamente en situaciones de libertad. Es el sistema imperante (capitalista-consumista-libre-mercado) el que nos hace pensar que no es posible ningún otro, y reprime cualquier atisbo de cambio. Dicha represión puede ser violenta o sutil, manquea o descarada, pero siempre acalla y silencia lo que no puede ser representado. ¡Anarquía! grito yo. Colectivismo civilizado, en el que el colectivo se aúna, no pugna, por alcanzar la meta. Donde la justicia impera por imperativo social, y no por represión sistémica.

Por último, la representatividad debe dar paso a una nueva era de importancia del indivíduo. Ya no debe abrumarnos la imposible utopía de la “democracia-directa” donde el intermediario no es sólo innecesario, sino eliminado. La tecnología permite y facilita la opción de intervención e interacción directa, de cada miembro de la sociedad, en los asuntos políticos de la gestión de lo colectivo. Y no mediante el promedio de mediocridades que resulta del voto “mayoritario”, sino del consenso que resulta de construir, entre todos los miembros, la mejor, la única opción: aquella que se debate, informadamente, se construye y se consensua.

Ya nada será igual. Sabemos que los viejos métodos son dañinos. Convirtámoslos en irrelevantes. ¡Despertad, hijos bastardos de la alienación! ¡Que la inercia deje de regir vuestras vidas! ¿Quién os dijo que la economía del sistema estaba por encima de vuestros intereses? ¿Por qué ese miedo a mirar de frente al sistema opresor y represor que te hace sentir que las únicas opciones son la asimilación o la marginación? ¡Decide, Elige, VIVE!

Bienvenido a la sociedad post-repre. Comencemos por buscarle un nombre mejor. O mejor aun: comencemos por vivirla, no por nombrarla, para variar.