A parte de la sublimación, o la catarsis, hay un modo de avance simple pero eficaz en las psicopatologías (especialmente traumáticas) que es la interiorización de la diferencia fundamental entre términos aparentemente similares y relacionados con el trauma.

Por ejemplo, un hombre que ha sido torturado, debe comprender la diferencia entre fuerza-poder-agresividad-violencia. Como ese hay muchos ejemplos (entrega-compartir-regalo-abandono, límite-norma-regulación-restricción-inhibición-prohibición-represión, libertad-libertinaje-anarquía, etc, etc).

En esa línea, Dan Pallotta, en el Harvard Business Review (gracias Juan) escribe un artículo sobre la diferencia entre preocuparse y ser responsable.

El no entender la diferencia (a veces obvia para el neuro-normal o psico-equilibrado, a veces sutil hasta para un lingüista) puede llevar a obvios desequilibrios. Es la trampa y la fuerza del lenguaje como mecanismo que ordena “nuestra realidad”. Por ejemplo, el hombre torturado que rehuye, aunque sea inconscientemente, de su virilidad, su fuerza, su potencia, o de expresarla de manera que pueda ser entendida como brusca porque para él significa violencia y agresión, un abuso que sufrió y que no quiere ejercer, en realidad está cayendo en una trampa de los extremos y el reduccionismo, trampa en la que los mecanismos de defensa y compensación se sienten cómodos, pero que no ayuda para nada a sanar y re-equilibrar. Deberá entender la diferencia, practicar ejercicio físico, ser firme, disfrutar de intensidad física en sus relaciones sexuales… sin caer en el otro extremo de rehuir de una sensibilidad y suavidad plácida en la que se siente cómodo y seguro.

Ahora que cada cual analice su desequilibrio, busque términos relacionados pero sutilmente diferentes, y comprenda el porqué su cabecita les ha tendido la engañosa trampa de la asimilación falaz.