Como el chiste (“hay 10 tipos de personas: los que saben binario y los que no”). Categorizar de un modo general a las personas es tarea vacua sino absurda.

Pero por experiencia personal, he llagado a la conclusión de que absolutamente todo el mundo puede ser categorizado acorde a un parámetro: daño, dolor, trauma. Así, existen sólo 4 tipos de persona:

  • Los que han sufrido daño desde dentro: maltrato infantil, abuso físico o psíquico, en casa, en el hogar, por parte de aquella gente que se supone ha de estar ahí, ha de cuidar, ha de aportar.
  • Los que han sufrido daño desde fuera: víctimas de delitos graves, catástrofes naturales, han experimentado la maldad del ser humano, la traición, el abuso; o la furia de la naturaleza.
  • Los que han sufrido daño desde dentro y desde fuera: jodidos doblemente.
  • Los que no han sufrido daño: benditos ellos. Hay quien piensa que son un animal mítico, otros que realmente no existen, y simplemente están en fase de rechazo.

Hay otro parámetro, que es la frecuencia (no es lo mismo experimentar un trauma diario, a sólo uno hace muchos muchos años).

¿Por qué es esto relevante? ¡También podríamos categorizar a la gente por el color de su camisa o la comida que come!, dirá el escéptico (de hecho las diferencias entre hombre y mujeres son considerables y abarcan muchos aspectos, como el cómo reaccionamos ante el estrés). Pues esto es relevante porque en base a esas experiencias (sobretodo en etapas formativas, o bien si los traumas son muy potentes o recurrentes) desarrollaremos todo un arsenal de estructuras, recuerdos, filtros, mecanismos, defensas, actuaciones… que mediarán en nuestras interrelaciones, en el aspecto social y en el personal. Del personal, que se ocupe cada uno, pero ¿por qué he de atacar a alguien, o sufrir sus abusos, porque alguien resultó dañado hace años? No es justo. Pero ¿quién ha dicho que la vida sea o pueda llegar a ser justa?

¿Venganza, comprensión, relativización, compensación, ataque, alienación, escape, lucha…? Creo que es eso, precisamente, lo que nos define, lo que nos queda como último recurso del “libre” (y ya hemos visto que de libre poco) albedrío: la reacción. ¿Y tú, qué vas a hacer? Recuerda que lo que tú hagas influirá sobre la experiencia de otro, que influirá sobre lo que otro hará, que… ¿responsabilidad, miedo? No: consciencia. Simplemente.