De Ulam a Kurzweil llevamos más de medio siglo debatiendo sobre lo obvio y aparente: la aceleración del cambio.

Se puede estar más o menos de acuerdo. Se puede ser más conservador o catastrofista con las predicciones. Pero lo que no se puede es negar el impacto que la aceleración del cambio, y la temida y anticipada singularidad, están teniendo en nuestra sociedad. Muchos, como Toffler o Naisbitt, se aventuran a especular sobre las sociedades post-industriales.

Pero ¿dónde están los psicólogos, psicoanalistas, neurobiólogos, filósofos y demás pensadores de la psique y el individuo cuando los necesitas?

Hay un aspecto de la aceleración del cambio y la singularidad tecnológica que es particularmente relevante, desde mi irremisiblemente-individualista-pero-con-consciencia-de-especie punto de vista: si asumimos (permítaseme el doble salto mortal de espaldas sin red) que cada nueva generación, cada nueva vida, es una oportunidad de reseteo, una forma muy eficaz de acumular, sintetizar, y asentar los avances y cambios que permiten un avance conceptual rápido, ¿qué ocurre cuando los cambios y avances son tan rápidos que en una sola generación son demasiados como para asentarse?

Digamos que el cambio de usar la radio, a usar la TV no fue demasiado difícil para una persona. Pero luego llegó el mando a distancia, radiocasete, vídeo, y vídeo programable. Los niños aprendían lo que los padres ya no alcanzaban. Ya hay muchos que no pudieron acoplarse. Después: CD, DVD, televisión por cable o satélite, móvil, PC, internet… ¡en una sola generación!. No da tiempo a que los niños aprendan, sinteticen, acumulen, y propongan. Hay que sacarse las castañas del fuego uno mismo. Y esto no es nada. Dentro de poco habrá que estar aprendiendo interfaces, protocolos, mecanismos, y artilugios cada semana o cada día.

Y entonces todo habrá cambiado: tener niños habrá pasado a ser irrelevante a medio-corto plazo. Y a largo plazo (lo que a nivel natural y evolutivo parece ser la clave) tampoco parece muy halagüeño, porque ya sea por la contaminación, la escasez de recursos básicos (como el agua), la superpoblación, las guerras, el impacto de un meteorito, o lo que sea, preocuparnos por la evolución natural y biológica de la especie humana en este maltratado planeta habrá dejado de tener sentido.

Nos quedan pocas y drásticas alternativas:

  • Evolución no biológica (lo explico en un post dentro de unos días)
  • Migración interplanetaria
  • Extensión de la longevidad
  • O un poco de sensatez, “sentido común”, planificación, humildad…

Creo que la última opción es la más difícil e inviable, visto lo visto. Así que trabajemos duro con las otras, o preparémonos para la extinción que nos hemos ganado a pulso.