Desde la caída del muro de Berlín y las misiones de la OTAN nos “venden” unos ejércitos que realizan “misiones de paz”, que “median en conflictos”, etc. Dichos “conflictos” suelen ser disputas armadas entre Estados, guerras civiles, o confrontaciones étnicas y siempre con un componente “humanitario”. Incluso los “ataques preventivos” a los que nos han acostumbrado Dick Cheney, Donald Rumsfeld, y su marioneta George W. Bush, podrían tener sentido si se hiciesen con pruebas sólidas (lo de las “armas de destrucción masiva” es uno de los chistes más macabros de la historia) y con la legalidad en la mano.

Parece la fórmula de una teleserie o película.

Y digo yo, ¿por qué no añadir el componente medioambiental? Al leer esta noticia (gracias Ana) pensé que por fin un ejército había decidido actuar ante las tropelías medioambientales que ocurren en el mundo, y ¿qué mejor ejército para concentrarse en tal tarea que el de Canadá?. No es así (simplemente tienen en cuenta los conflictos derivados de los problemas medioambientales a la hora de predecir futuras “zonas calientes”), pero no estaría mal.

Si enviamos a las tropas a patrullar por zonas infectadas de supuestos terroristas, a evitar que dos etnias se maten a machetazos, o a prevenir que un gobierno bombardee a una minoría del país de al lado, ¿por qué no enviarlos a prevenir deforestaciones masivas, contaminaciones de aguas potables, o emisiones de gases tóxicos?

Ah, claro, se me olvidaba, enviar al ejército a EEUU, España, Inglaterra, China, India, Brasil… no es lo mismo que enviarlos a Afganistán, Perejil, o Etiopía.