Tal y como comenta en Nietzsche en “The Philosophy of Nietzsche” (compendio de 5 de sus obras publicado en 1927 por Ed. Modern Library, NY, pp. 668-712), la civilización contemporánea se siente en deuda con sus antepasados. La acumulación de cultura nos genera un sentimiento de deuda, que aumenta con nuevas generaciones. Así que a mayor acumulación de civilización, mayor acumulación de culpa.

Por supuesto artificios como el cristianismo o el copyright juegan con esa culpa, con esa deuda, para establecer su reinado de represión, manipulación y exigencia de retribución, en modo de “ofrendas” (royalties, cánones, rezos, plegarias, sacrificios, comportamientos mediados…) y establecimiento de sus intermediarios “oficiales” (Iglesia como la Católica Apostólica Romana, o Sociedades de Gestión como SGAE), sus mediadores e intérpretes de la sagrada doctrina de la inalcanzable redención de la culpa.

Pero Dios ha muerto. Si es que alguna vez vivió.

Nuestros ancestros también.

Nosotros no hemos pedido que nos traigan a este mundo.

No hemos pedido que nos den cultura.

Pero ahora que estamos aquí, juguemos, creemos, disfrutemos. Que nadie nos acuse de actitud irresponsable con apocalípticas consecuencias por creer en la libertad y no caer bajo el peso de la culpa, pues lo que es apocalíptico es seguir como hasta ahora, bajo un manto de artificiosa deuda inexistente que crece y crece y jamás será condonada a no ser que liberemos nuestro propio yugo autoimpuesto.