Haría falta un breve curso de economía, otro de historia, otro de filosofía, y otro de psicología para poner en contexto este post. Así que cada cual que saque de él lo que pueda/quiera/sepa, pero yo voy al grano, que esto es un blog, no un libro.

Norm O. Brown, en “Eros y Tánatos. El Sentido Psicoanalítico de la Historia” (Ed. de Belloch, p. 290) cita a Polanyi (al cual apoya Herskovits) en lo siguiente:

La economía humana, por lo general, está sumergida en sus relaciones sociales. El hombre no actúa de este modo para salvaguardar su interés individual en lo que toca a la posesión de bienes materiales, actúa de este modo para salvaguardar su situación social, sus reivindicaciones sociales, sus ventajas sociales. Aprecia los bienes materiales solo en la medida en que sirven para este fin… El sistema económico funcionará por motivos no económicos.

Pero en su necesidad de hilar y concatenar economía, historia y psicología, da con el racionalismo antropológico de un lado, y alude a la economía arcaica donde el excedente (esa característica de la actividad humana que tanto ha turbado a pensadores como Platón, Thoreau, o Veblen) es un místico utensilio, pues despojado de su carácter práctico ya sea de utilidad directa o intercambio, y descartada la posibilidad de la acumulación (característica carente en la mayoría de economías arcaicas), sólo queda la función sagrada. Propone.

El único eslabón sobre el cual alzarse a tan distante cumbre lo encuentra en la Genealogía de la Moral de Nietzsche. “Dinero como culpabilidad” es lo que deriva de “el hombre como animal que puede prometer”. Lógicamente, el resto del camino lo hace solo: culpa, represión, búsqueda de gozo, inconsciente, estructuras sexuales infantiles, fase anal, excremento…

Vale que Marx sólo puede tener la esperanza de reducir los excesos de un capitalismo enfermo. O que Durkheim espera que se pueda llegar a regular los resultados de esa patología industrial. Pero ¿significa eso que toda visión del problema ha de quedar en el ámbito socio-filosófico, o pasar directamente a los dominios del psicoanálisis clásico?

Y digo yo, analicemos la economía natural de los recursos propios en la zoología. Puede que el Ser Humano labore, produzca, comercie… pero hay economía en la fotosíntesis y en la caza.

Los pavos reales macho alimentan, producen, crecen, llevan, cargan con un plumaje en extremo inútil para funciones habituales vitales, tales como comer, correr, etc. ¿O no? Poco es lo superfluo en la naturaleza, e incluso en esos casos son resquicios, caminos muertos abocados a la extinción, o incipientes modificaciones. Como es obvio, ese exótico plumaje cumple la función que también cumplen algunos sofisticados cantos de pájaro, algunas protuberancias, pelajes, o comportamientos varios en la naturaleza: aumentar las probabilidades de procreación.

Y eso mismo es lo que busca ese excedente de la economía humana. Lejos de un carácter sagrado o un resultado de la fase anal, es la búsqueda del aumento de las probabilidades de procreación. Hay estudios que analizan el impacto en la excitación sexual de todo tipo de “excesos”. Ninguno tan sugerente como el que analiza la potencia del rugido de un motor y su conexión con la excitación sexual femenina.

Un macho que puede permitirse el “lujo” de producir “excedentes” y lo ostenta (ya sea una enorme cantidad de huesos, un potente bólido, o una canción) es un sujeto deseable para la hembra, que verá en él un indivíduo con recursos más que suficiente para abastecerla y proveer a su futura prole. De ahí a la seducción, el enamoramiento, la monogamia, el apareamiento, la reproducción, y la crianza, hay sólo unas cuantas hormonas, y neuroreceptores/neurotransmisores (perdón por la humorística hipersimplificación pero siempre me ha gustado poder reirme de ese proceso tan aparentemente complejo, opaco, doloroso, maravilloso, y misterioso para mí, que es el amor; pero ya sé que obviamente si fuese tan fácil, ya habríamos derivado una ciencia del amor, una tecnología del amor… un verdadero horror a mi parecer, ya que por mucho sufrimiento que evitase, mataría algo tan mágico como pensar que el amor no es de este mundo, y va más allá de las leyes de la naturaleza o la física).

El carácter instintivo de dicho comportamiento (o más bien valoración), junto con la artificialidad de los frutos de la economía humana (ayudados por estratagemas como la producción en serie, o la división de trabajo) es el que lo transporta hasta el ámbito de lo patológico, magnificándolo, perpetuándolo, y lanzándolo en una espiral en picado contra nosotros mismos.

Es, más bien, en el SACRIFICIO y ENTREGA DESINTERESADOS, donde encontramos un comportamiento aparentemente anti-natural. ¿Verdadero amor? ¿perversión? ¿patología?

Casi casi que adentrados en esas tinieblas mejor agarrarse al amor, la idealización, los sueños… Quizá entonces sea mejor volver a hablar de la magia y lo sagrado. Quizá no estemos preparados para afrontar la verdad, si es que esta puede alcanzarse. Como cuando se tiene miedo a la oscuridad, y nos adentramos en una zona carente de luz: poco a poco, y asegurándonos.

Yo, por mi parte, me quedo con la energía, la onda, la vibración. Origen y fin de tantas cuestiones. Como la vida y el amor.